Los que tal vez por apego, confusión, rezago o testarudez (o una combinación de todos esos factores) seguíamos en estos espacios donde se puede compartir mucho más que los 140 caracteres de Twitter y las actualizaciones de estado de Facebook y Google Plus (o las instantáneas de Instagram y los textos fantasmas de Snapchat y otras diversiones por el estilo) pudimos ver cómo se acababa aquella tendencia de publicar un blog simplemente porque sí, porque se podía: de “blogueros” que todos los días publicaban algo, cualquier cosa, y luego se iban a comentar sin leer las notas de los demás solamente porque buscaban “visitantes”.
Aquí nos quedamos, cada vez con menor número pero tal vez con mayor fidelidad de unos cuantos, los que desde el principio veíamos la promesa de publicación de contenido propio y buscábamos un verdadero intercambio de ideas, cuestiones y voces en las notas (siempre digo “notas” porque nunca he querido aceptar ese anglicismo horripilante de “entradas” que nos impuso el medio) de nuestros blogs (a contraposición de lo anterior, nunca me gustó la traducción a bitácoras, que me sonaba algo así como un diario de marinero, así que en lo que concierne a este término me quedo con el inglés).
Los que nos empeñamos en mantener estos sitios, después de que perdieran el encanto de la novedad, somos de esos sujetos extraños que todavía lo mismo hojean periódicos, escriben cartas y abren de par en par el canto de un libro que navegan por sitio tras sitio de Internet, participan de videoconferencias y bajan libros digitales para lectura rápida en tabletas electrónicas.
Todo es parte de un proceso mayor de comunicación en el que los medios y las plataformas tecnológicas son un asunto incidental.
Soy uno de estos que insistimos en escribir más que dos o tres frases. Mis primeros escritos fueron a lapicero en cuadernos de composición y aprendí a usar una máquina de escribir prestada no porque me interesaba aquel aparato pesado sino porque me interesaba escribir. Eso me llevó a las computadoras, a los procesadores de palabras, a la “supercarretera de información” de aquellos mediados de los noventa, a la red en su auge para el principio de la década pasada, a la explosión de los blogs alrededor de 2004, a los teléfonos estos que no son más que minicomputadoras y hoy en día al “microblogging” (¿el “microblogueo”?) en el ejercicio de mi profesión.
Y si mañana o pasado-mañana surge otro sistema en el que yo pueda transmitir mis pensamientos telepáticamente a la página virtual y redactar y editar sin tocar el teclado lo más seguro es que lo usaré también (aunque imagino que hasta un punto se puede llevar por ahora el avance de tecnologías para la palabra escrita y que ahora la nueva frontera será el uso y abuso de la televisión para nuevas y más alucinantes experiencias audiovisuales).
Es que hay gran diferencia entre los que corren a ponerse en fila para comprar el último aparato porque es cuestión de estatus social estar en ellas y los que recurrimos a los adelantos tecnológicos porque nos permiten hacer algo que nos llamaba así fuera escribiendo mensajes en papelitos para depositarlos en botellas y tirarlas al mar. Una cuestión es la forma y otra el contenido, y el contenido siempre requiere de la forma pero la forma no siempre lleva gran contenido.
Los que escribimos blogs ahora somos los pasados de moda, y quienes leen y comentan son aún seres más escasos que influyen en gran manera en el intercambio de ideas y participan de la expansión de la conciencia que conlleva la lectura activa.
Y es mejor así, porque el ruido de otros años impedía la profundización.
Y es mejor así, porque el ruido de otros años impedía la profundización.
8 comentarios:
Que interesante. Yo sigo con mi blog pero mi filosofía en torno a él ha cambiado mucho. Casi no leo otros blogs y ya no me interesa tener muchos lectores. Ahora afino mucho más, solamente leo lo que me interesa de verdad y escribo cuando tengo algo que decir. Un abrazo Víctor.
Así debe ser, Lola. Leer por gusto. El otro aspecto de esto en que no entré es que se forman comunidades más sólidas que las de los medios sociales breves cuando el intercambio es en torno a escritos con mayor detalle y cuidado de expresión. Ya ves, yo no te consideraría ya una extraña y fue por aquí que nos conocimos.
Amo los blogs. Cuando los descubrí en el 2005, fui feliz y lo sigo siendo con ellos. Nunca vi su uso como una moda, gracias a Thor, aunque si me percaté enseguida que si era una moda. Con los años he sumado tres blogs que actualizo con regularidad, y que me han llevado a ser periodista más allá de los medios tradicionales donde he trabajado.
Es una herramienta genial, y agradezco lo mismo que Casciari, que hayan dejado de ser un fenómeno.
Pues, gracias a Thor. También me parece que se puede escribir y leer con más tranquilidad cuando quedan los blogs de quienes están más interesados en el contenido que en la cuestión de seguir al grupo. Y ese contenido conecta a las personas a otro nivel.
Hola Víctor, interesante tu comentario. Como periodista y escritor que eres es una necesidad estar actualizado, de hecho tu trabajo te lo requiere, pero es cierto el uso de la tecnologia muchas veces es mas por moda que por lo positivo que pueda tener.
yo no soy muy cibernética pero trato de actualizarme, lo que no entiendo es cómo la gente distribuye el tiempo para atender a tantas alertas de Facebook, What's app etc. Para mi es imposible dedicarle tanto tiempo a ver fotos, comentarios tontos... Ese es mi constante pleito con mis hijas, siempre les pregunto 'Que beneficios te ha aportado hoy Facebook?
Basta con sentarse en un mall y ver los jovenes pasar con la cabeza hacia abajo, chocando con todo y una urgencia por contestar en FB, pero dale a leer un libro a ver si le ponen tanta atención. Familias en un restaurant todos chequeando el telefono...Tenemos que hacer una campaña porque el tiempo es oro y no se esta usando adecuadamente.
Perdona si me sali de tu tema pero es preocupante la situacion.
Hola Rosa María. Me parece que sí, que alguien que trabaja en comunicaciones tiene que mantenerse al tanto de los nuevos medios sociales, pero también los usaría de no estar en este oficio porque la popularización de estos medios se puede comparar al advenimiento del teléfono y luego la computadora: había que aprender a usarlos porque esta es la manera en nos conectamos y relacionamos a distancia en estos tiempos (y parece ser que cada vez hay más distancias). Sin embargo, veo muy bien lo que dices. Estos medios sociales primordialmente son nuevas formas de entretenimiento que consumen mucha atención y absorben esas preciadas horas de ocio que son tan aptas para el ejercicio de la creatividad. Este es un tema aparte pero relacionado (y me gustaría pensar más en ello en vez de decir algo reaccionario, aunque me he enterado de personas que renuncian a los medios sociales en búsqueda de una vida menos virtual y luego cuentan experiencias interesantes, que surgen tal vez de una nueva apreciación por cómo eran las cosas apenas antes de 2007 - ¿lo podrás creer? Nos conocimos antes de que se popularizara Facebook, aunque fue hace unos años, y ahora parece que todo el mundo está en Facebook, y que quien no está allí casi no existe). Los blogs contenían algo de este asunto de la virtualidad en sus años de infancia porque se publicaba de todo y sin pensarse mucho, pero al emigrar estas conductas a medios más visuales y fáciles nos han dejado este espacio para la escritura, y el fin de ese fenómeno -- como sugiere arriba Argénida -- puede ser bueno para los que nos dedicamos a juntar palabras.
Yo empecé en el 2005 a publicar y he vivido este proceso en primera línea como tú. Siento ahora una pérdida de energía en el mundo bloguero como si ese inicial impulso que nos llevó a escribir hubiera decrecido drásticamente. Creo que no hay muchos jóvenes entre los blogueros. Hace falta cierta perspectiva y creer que se tiene algo que decir. Creerlo no es sinónimo de ser cierto. Personalmente, me alejo durante temporadas pero vuelvo magnéticamente de nuevo a mi blog del que no me puedo despegar. Hay en él un trozo importante de mi biografía, una transformación proteica constante en sus circunvoluciones y contradicciones. En mi blog se puede detectar mi decaimiento y mi euforia anímica. Es una parte de mí mismo, y siento que haya perdido la blogosfera su fuerza de expansión de aquellos maravillosos años. Tú también pasas largas temporadas sin publicar, no mantienes una continuidad. Recuerdo tus iniciales prospecciones en el mundo religioso que nunca se acabó, tus reflexiones sobre la literatura, tus entrevistas, tus notas sobre ciertos personajes y sobre todo recuerdo tus comentarios siempre tan agudos e interesantes, y esto no se lo digo a todos porque no es fácil tener algo que decir y decirlo con interés. Solo una vez sentí que no te habías metido a fondo en lo que yo había publicado y ello me sorprendió porque tu constante es hacerlo. Es un placer leerte. Un cordial saludo.
Jose Luis -- esos primeros años eran de experimentación, tanto para quienes creían que tenían algo que decir como para quienes participaban para ver qué se les ocurría. Entonces, sí se notaba más energía, pero era una energía desorganizada y motivada grandemente por el deseo de acumular números de "hits" o visitas en muchos casos. No que eso no importe ahora (siempre he dicho que uno escribe para que lo lean), sino que quienes han mantenido hasta estos días sus espacios lo hacen porque no tienen alternativa, quieren y deben escribir. Pienso que los blogs van a reclamar su sitio, pero que hace falta un balance de participación entre quienes generan contenido y quienes responden a ese contenido.
El tema de la constancia es otra cosa. Yo incluso llegué a desactivar el blog por unos meses, pero me hizo falta y después de cambios sucesivos de direcciones lo traje adonde estaba originalmente. En ese proceso se interrumpieron ideas y se depuraron otras, pero es, como sugieres, un reflejo de nuestras vidas. De mi parte, he aprendido a esperar a tener algo claro que quiero decir, como dice Lola en el comentario anterior, porque si no es así luego me siento tentado a borrarlo, y ahora estoy considerando establecer un ritmo más predecible, que aunque no sea de la frecuencia de otros años sea menos errático para quienes intentan seguir este espacio (me fue muy grato, por ejemplo, conocer a unos cuantos lectores anónimos que llegaron el día de la presentación de mi libro hace unos años: personas que nunca habían expresado su sentir, pero que están ahí con uno desde su contemplación -- un saludo, por cierto, especialmente a Irma, cuyo nombre recuerdo).
Lo mismo con los comentarios, aunque esto lo he tratado de seguir desde un principio (incluso apagué aquí esta función una vez para evitar el juego de quienes decían algo sin leer): solamente me expreso en ellos cuando tengo algo que decir, y por eso salto a veces muchas notas. Pero me has dejado con la curiosidad sobre cuándo fue que comenté sin saber lo que decía -- ¿sabes? En mi niñez yo era sonambulo.
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