Yo conocía la Odisea por las versiones resumidas que se citaban en estudios secundarios y universitarios y uno que otro fragmento que había leído aquí o allá como la historia de un viaje heroico en que su protagonista se sobreponía a obstáculos fantásticos para regresar al hogar.
A principios de este año me había propuesto leer el relato épico para comenzar este ciclo con alguna semejanza de viaje iniciático, y estaba a medio libro cuando un cohete con ese nombre llegó a la luna y se cayó de lado, algo que para esa parte del libro yo sabía que se podía esperar de un Odiseo. (Me pregunté entonces si quienes pusieron el nombre a la nave espacial, o los que bautizaron de igual manera la famosa furgoneta familiar, habían leído a Homero).
En resumen: El personaje Odiseo empezó sus aventuras en la Ilíada, también de Homero, donde se le reconoce como el astuto guerrero a quien se le ocurrió el uso de un gigante caballo de madera, a guisa de regalo, dentro del que se infiltraron treinta hombres armados en Troya para destruirla desde adentro. Pero es en la Odisea, el tomo que sigue a la Ilíada, donde se cuentan las hazañas de este héroe cuando, después de la caída de Troya, se encontró naufrago en tierras extrañas, lejos de lo que su corazón anhelaba y prisionero de una ninfa que lo aprisionaba para satisfacer sus propios deseos. Y así lamentaba Homero (esta es mi traducción de una traducción) y, a través de él, Odiseo, su destino:
A principios de este año me había propuesto leer el relato épico para comenzar este ciclo con alguna semejanza de viaje iniciático, y estaba a medio libro cuando un cohete con ese nombre llegó a la luna y se cayó de lado, algo que para esa parte del libro yo sabía que se podía esperar de un Odiseo. (Me pregunté entonces si quienes pusieron el nombre a la nave espacial, o los que bautizaron de igual manera la famosa furgoneta familiar, habían leído a Homero).
En resumen: El personaje Odiseo empezó sus aventuras en la Ilíada, también de Homero, donde se le reconoce como el astuto guerrero a quien se le ocurrió el uso de un gigante caballo de madera, a guisa de regalo, dentro del que se infiltraron treinta hombres armados en Troya para destruirla desde adentro. Pero es en la Odisea, el tomo que sigue a la Ilíada, donde se cuentan las hazañas de este héroe cuando, después de la caída de Troya, se encontró naufrago en tierras extrañas, lejos de lo que su corazón anhelaba y prisionero de una ninfa que lo aprisionaba para satisfacer sus propios deseos. Y así lamentaba Homero (esta es mi traducción de una traducción) y, a través de él, Odiseo, su destino:
“…Los dulces días de su vida
se extinguían de ansiedad por su exilio,
porque por largo tiempo la ninfa había dejado de darle placer.
Aunque luchaba por liberarse de ella y su deseo,
él se acostaba con ella cada noche, ya que lo obligaba.
Pero al llegar el día él se sentaba en la orilla rocosa
y rompía su propio corazón gimiendo, con los ojos húmedos
rastreando el horizonte vacío del mar”.