En menos de dos minutos este sitio puede desaparecer.
Puedo entrar al panel de control y escoger una opción para borrar de una vez lo que he escrito en años. Semanas después, se esfumaría mi rastro de los buscadores de internet. O así parecería.
En esta era digital es tan fácil publicar como lo es borrar, aunque sea en apariencia. Es tan fácil redactar como lo es editar, sin dejar un claro registro de las alteraciones a un escrito.
Esto tiene implicaciones.
Una de ellas es que la palabra escrita deja de tener el mismo peso de antes. ¿O será de esta manera?
Entremos en detalle. La mayoría de las plataformas de publicación incluyen un procesador de texto donde se escribe, se edita, se determina el formato, y de una vez se envía lo escrito. Todo ello más rápido y conveniente, y por tanto más revolucionario, que las imprentas de Gutenberg.
Estas funcionalidades unen en un solo proceso algo que antes implicaba varios pasos para el redactor: pensar la idea, escribirla, editarla, enviarla, diagramarla, imprimirla, y, una vez impresa, aceptarla como un documento que podía descartarse o archivarse, que podía tacharse o subrayarse, pero no cambiarse con igual facilidad.
El escritor actual puede entregarse a la tentación de publicar de manera instantánea y sólo después darse cuenta de que le falta o le sobra puntuación; de que las palabras son imprecisas o las oraciones son chuecas; o de que se publicó una barbaridad.
El escrito se puede editar y moldear mientras está publicado, sin que los nuevos procesadores de palabras dejen constancia de sus distintas versiones. El error de hace dos o tres minutos no constará. Quien haya leído una versión anterior no tendrá buena manera de enterarse de los cambios.
Esta falta de finalidad presenta oportunidades, pero también problemas, para los medios periodísticos en especial. Son más propensos a errores en una nueva carrera de velocidad con la competencia. Por tanto, las plataformas de publicación mejorarían en credibilidad si documentaran las versiones de un escrito.
A otro nivel está el asunto de que los escritos que aparecen y desaparecen en el mundo vaporoso de los dígitos pierden valor histórico. ¿Cómo podrán los historiadores del mañana tejer una narrativa de la sociedad actual si este nuevo medio va disolviéndose en los "servidores" del mundo? ¿Y cómo tratarán ellos con las múltiples versiones perdidas tras la revisión final? Aun más: ¿Quién hará la revisión final?
Otros han pensado sobre esto. Hay algunos archivos que van tomando instantáneas interactivas de las millones de páginas en la red, pero hasta ahora funcionan al azar, como las famosas "arañas," o programas rastreadores, de los índices de internet.
Una de estas arañas puede pasar por mi sitio hoy y regresar dentro de un mes, sin capturar los cambios que se den en el intervalo.
Pero estos archivos de seguro perfeccionarán sus buscadores y la frecuencia de sus registros, resolviendo con mayor acceso a sus archivos el problema de documentación histórica. En un futuro no muy lejano nos encontraremos con la situación de que cualquier cosa que publiquemos en la red será indeleble mientras haya una cultura informática.
Nuestras palabras e imágenes nos perseguirán para siempre.
NO HAS MUERTO
Hace 5 horas.
12 comentarios:
Interesantísima tu entrada, Víctor Manuel.
A mí me preocupa un poco el asunto del editor con que contamos en Blogger, por ejemplo, ya que creo que en lugar de ayudarme (porque me permite corregir un texto todas las veces que quiera), me perjudica, ya que me vuelve más descuidada y en lugar de revisar concienzudamente un texto antes de publicarlo, no me importa tanto que se vaya con una errata debido a que sé que luego de publicado puedo corregirlo sin dejar huella alguna.
Por otro lado, sí que es preocupante la manera en que se podrá tejer toda una historia de cara al futuro, ya que lo que hoy tenemos en una página mañana puede desaparecer sin necesariamente quedar registrado en algún sitio. A veces desaparecen cosas que no valen la pena, pero otras veces se esfuman cosas importantes.
Un abrazo grande,
Rosa
PD Estoy un poco lejana, pero sigo por aquí.
Muy interesante...
Que cierto es que podemos borrar el blog y desaparecer de la web, pero se que lo que no desapareceria de la mente de los amigos, son los momentos que vivimos en palabras en nuetro encuentro en la red. Saludos.
Se borra y se escribe... sin embargo borrar para desaparecer de los amigos cyberneticos es un pecado!
A todos se nos ha pasado alguna vez por la cabeza apretar el botón de suprimir.
Saludos.
Wow, este post más que fascinante e informador, es un estimulador mental. Nunca habia pensado en esto. Excelente entrada!
Saludos.
Víctor, es un lujo tenerte como comentarista. Tu último comentario en mi blog me ha emocionado. No sé si es posible ese momento humano a través del email o a través de los comentarios en el blog, pero a veces que alguien comprenda tan acertadamente o tan profundamente lo que uno ha tratado de decir, le hace sentir también ese momento especial de encuentro y reconocimiento. Saludos.
Hola Victor Manuel, ¿Cuantos días? Te quiero decir que mi cariño por ti es el mismo, a pesar de la ausencia.
Me gustó tu entrada. Tienes razón en todo lo que dices.
Ahora voy a ser un tantín cínica. Me gusta la idea de que quede sólo un texto para la posteridad, LOL. Así no se arma el gran rollo de contar con cinco copias del mismo libro -como ocurría en los siglos pasados. Además, te imaginas todo el papel que se consumía en esas ediciones, jajajaj.
No pasa nada Víctor. La falta de evidencia del proceso creador hablara por sí sola de que ha habido un cambio, y ya somos una cultura digital, LOL.
Abrazos!
Gracias amigos por sus comentarios. Quería reconocer que los he leído.
Victor, aqui estoy en primera fila para leer tus confesiones de vivir la vida!
Gracias Silvia. Muy perceptivo de tu parte darte cuenta de que he estado acomodando el sitio para nueva actividad. Ya explicaré un poco más adelante.
Lola, un poco tarde, pero feliz cumpleaños. Entiendo lo que dices, aunque me parece que el efecto de una vida continúa a través de tus acciones. Igual que con estos escritos, nunca borramos completamente.
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