De pronto me adentraba en un mundo antiguo y nuevo a la vez, otro presente trastocado por el rumor de una guerra y una realidad que existía en la incertidumbre de la influencia colonial.
Caminaba yo tras los pasos de una muchacha de provincia que buscaba un mejor presente bajo el auspicio de una tía, y el personaje me llevaba hacia el interior de una casa, donde abría un armario y descubría como seguía existiendo en su contenido la China de otros tiempos a la sombra del progreso:
"El aire del pasado distante estaba allí -- decoroso, lánguido, desatado del tiempo. En ese armario no había una mañana brillante y clara como la que existía fuera de la ventana, con su pasto de verde plano, la cara muda y asustada, las cáscaras de maní en la comisura de la boca... toda esa sucia, complicada, irrazonable realidad".Sabía yo que me enganchaba en una lectura que no podría soltar con los cuentos recopilados de Eileen Chang (o más precisamente, Zhang Ailing), una escritora grandemente desconocida en este lado del mundo que nos da por llamar Occidente.
Ella vivía en ese mundo de la China amenazada por la guerra y la colonización y navegaba entre las culturas que chocaban entre tierra firme, islas y lugares distantes, viviendo en Hong Kong y en Shanghai en distintas etapas de esos conflictos, escribiendo en chino y en inglés. Se trasladó a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y de alcanzar cierto éxito como escritora en Taiwan. Murió en Los Ángeles, mayormente desconocida del lado del Pacífico.
Yo llegué a los cuentos de Eileen Chang por buena recomendación y de repente me perdía en un mundo que, tal como la descripción de mirar en aquel armario, contenía el pasado distante sin dejar de existir en "toda esa sucia, complicada, irrazonable realidad" que a ella le tocó vivir entre el modernismo y la tradición. Su respuesta fue capturar una visión sobria de la realidad en la que el comentario y la interpretación saldrían sobrando.
Una lectura superficial de los cuentos reunidos en "Love in a Fallen City", o "Amor en una ciudad derrotada" (la traducción al inglés que tengo es de Karen S. Kingsbury), podría equivocarse en juzgar estas como historias de amor, siguiendo la declaración del título, pero este amor del que Chang habla va mucho más allá de lo romántico y se adentra en la oscuridad de los corazones. A veces hasta se confunde con el odio en una complejidad de pensamientos y emociones que encaja bien con una ciudad derrotada, y que tal vez solamente puede existir a plenitud en ella (la traducción a español que he encontrado del cuento que da nombre a la colección es algo más poética en su título, aunque no sé si más cercana o lejana a la manera de pensar en mandarín: "Un amor que destruye ciudades"). En los cuentos de Eileen Chang se exponen relaciones que transportan el peso de siglos de tradición y que, igual de fácil, tiran a la borda todo eso para mostrar las emociones en una realidad que ni se alaba ni se critica, sino que simplemente existe.
Leer a Chang ha sido algo devastador, pues uno queda sin duda de que no hay justicia en el amor y que no hay felicidad que perdure; mejor será vivir con los ojos abiertos y anticipar los tropiezos. Esto nunca lo dice la voz narradora, pero las situaciones exponen la desigualdad de condiciones para la mujer, el desengaño de los hombres que han perdido la fe en sí mismos y toda una sociedad entregada a la brutalidad de la existencia como tal.
En el cuento titular, una viuda, Bai Liusu, ve sus posibilidades de una vida digna desaparecer con la muerte de su esposo y la pérdida de estatus que ello implicaba. Pero aparece Fan Liuyuan, un hombre que, teniendo la opción de escoger una hermana joven y soltera de Bai Liusu, se interesa en ella. Ambos tendrán que romper el protocolo y la tradición, tan fuerte uno como la otra, para dejarse guiar por lo que sienten, mientras sus vidas transcurren entre las distancias de Shanghai y Hong Kong y sus destinos se encuentran atados a un asunto mayor. Están a punto de que estalle la guerra.
Ella resiste la seducción porque las desilusiones le han enseñado algunas cosas, y en un momento rehúsa a su pretendiente cuando éste le promete un amor hasta el fin:
"Comparados a las grandes fuerzas del mundo, nosotros los humanos somos muy, pero muy pequeños. Pero todavía decimos 'Me quedaré contigo para siempre', 'Nunca nos dejaremos en esta vida' -- como si realmente pudiésemos decidir esas cosas".
No voy a arruinar el resto, pero tengo que llegar a este punto de tensión que captura Chang: Cuando Bai Liusu y Fan Liuyuan se ven atrapados en una ciudad donde caen las bombas, donde todo se puede pulverizar en un instante (como sucede ahora en otras latitudes), entienden de una manera que trasciende las palabras que la fuerza de ese amor no existe en un futuro distante: "Ellos miraron y se vieron a sí mismos, se vieron a sí mismos completamente".
No le hago justicia a estos cuentos (apenas me refiero de paso a dos de ellos en una colección que contiene seis, todos de gran extensión), pero supe al leerlos que esta obra también debe surgir de los escombros para conocerse más, y agradecí que pude viajar tras la pista de Chang a lugares que ya no existen y a conocer personajes que seguiran existiendo... Iba a decir "para siempre", pero me acuerdo de la cautela con que Chang mira hacia las brumas del futuro.
Fotografía: Por 北角英皇道兰心照相馆 - http://culture.china.com/zh_cn/info/character/11022812/20050606/images/12376468_200506061511496987000.jpg, del dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19441656
5 comentarios:
se aprende mucho en este blog. la voy a leer
por que no escribes mas
Saludos desde Viña del Mar. Yo he leído a Chang y he quedado muy impresionada, pero creo que nos faltan buenas traducciones al castellano.
Reseña muy interesante. Esta autora muestra la complejidad de la condición humana y de un amor lastrado por una moral tradicional. Sin embargo hay una gran modernidad en sus novelas.
Gracias por sus comentarios. Se habían ido a mi archivo de spam, pero ahora los descubro. De acuerdo, Carmen, en lo que respecta a la modernidad, pero a mi parecer se da en ella sin perder de vista el peso de la tradición.
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