"Horizonte"; por Eduardo Sánchez, reproducida con licencia de C.C. |
Se habla a veces del epicureísmo en referencias de paso cuando se relatan los placeres de la buena comida y bebida, quizás de lujos que uno se da, o de la actitud del turista que se detiene a mirar y apreciar algún paisaje pintoresco. O sea que se entiende que ser epicúreo corresponde a complacerse.
Sucede que tal como el estoicismo, la filosofía opuesta, no consiste simplemente en negarse los placeres, tampoco es el epicureísmo algo tan simple como el hedonismo desenfrenado. Pero estas maneras de ver la vida no representan tanto visiones opuestas como complementarias y hay en ambas mucho de la otra: el estoicismo se ha puesto de moda en la última década y tal vez le vaya tocando pronto el turno a esta otra tendencia, que de ser así no me sorprendería que se le adaptara a los fines del éxito económico y social.
La búsqueda filosófica en sus orígenes no perseguía ese tipo de éxito, sino investigar y entender cómo vivir bien. Epicuro de Samos (de quien se deriva el nombre de la filosofía) buscaba allá entre los siglos tres y dos antes de la era moderna ese tipo de felicidad minimalista que no encajaría muy bien con una cultura de excesos. Sus enseñanzas y máximas llegan a nosotros mayormente a través de otros, pero se pueden presentar con una sentencia breve que se le atribuye: "El que no está satisfecho con un poco no estará satisfecho con nada".
En nuestros días esta manera de pensar parece nociva. ¿Y qué de la ambición? ¿Qué de los proyectos? ¿Los propósitos? ¿Los sueños? Siempre debemos estar en pos de algo, en búsqueda de la felicidad, se dice, y en eso ya hay un prerrequisito de no sentirse satisfecho.
Es curioso entonces, que la filosofía asociada con la entrega al deseo y el libertinaje se acerca más bien a un antídoto para el estilo de vida predominante, porque no se le puede llamar filosofía de vida a algo que se hace sin reflexionar. Está bien satisfacer el deseo, dirían los epicúreos, aunque no así al deseo corrosivo, o sea, aquel que siempre busca más y más y más hasta que nos desgastamos en esa trampa.
De los deseos, decía Epicuro, según lo relata Austin Emily en su libro "Living for Pleasure: An Epicurean Guide to Life", hay tres tipos: "Algunos son necesarios para la felicidad y algunos para liberar al cuerpo de dificultades y para la vida misma". Los deseos que son necesarios para la felicidad, decía él, llevan a la "tranquilidad".
En cambio, los deseos "extravagantes" y sobre todo los "corrosivos", porque no pueden ser satisfechos del todo, se pueden tornar en un círculo vicioso, y dice él que "no hay necesidad de cosas que conllevan una lucha".
Si siguiéramos esas indicaciones, pues hay mucho de extravagante y corrosivo en las que se proponen como metas, propósitos y sueños, tendríamos que dejar al lado del camino mucha carga innecesaria. Epicuro creó una comuna, un jardín, donde llevó a sus amigos a vivir la vida apacible y a reflexionar, pero eso no se puede cuando hay que pagar el alquiler o la hipoteca, o cuando la competencia en el ámbito profesional exige constante actualización.
¿Entonces? Mi manera de ver estas filosofías es que ninguna es suficiente para la complejidad de una vida (por lo menos, según las he conocido hasta ahora) y que uno puede tomarlas como quien escoge una flor de aquí y una rama de allá para prepararse su propio arreglo floral. Yo me quedo por ahora con esta idea, en voz de Epicuro, por lo menos para contrarrestar las expectativas de propósitos al cierre de otro año: "No es lo que tenemos sino lo que disfrutamos que constituye nuestra abundancia".
2 comentarios:
' Feurofis
Leído tu artículo, me queda dando vueltas el tema de la busqueda de la felicidad y mi pregunta sobre ella. ¿Qué es la felicidad? ¿Se puede buscar algo que es tan, creo, difícil de definir? ¿Qué me hace feliz? ¿Lo que me hizo feliz a los 20 es lo mismo que me hace feliz a los 40? Hay que filosofar en eso.
Me quedo también con la idea de Epicuro que compartes.
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