Vamos por los días y las noches arrastrando los mismos objetos y ejercitando algunas rutinas que nos dan una ilusión de continuidad a la que llamamos vida, y hacemos planes e imaginamos el futuro con cierta convicción de permanencia, aunque la realidad dura sea otra.
En cualquier momento una de las piezas de esa estructura que simula una máquina de Rube Goldberg -- aquellas entelequias que complican las tareas más simples, pero a la vez las hacen más interesantes -- se va a pique y quedamos a la deriva, expuestos a aquel engranaje que otros llamaron “el absurdo de la vida”, o en otros términos más corrientes ese “lento y pesado ir y venir a los pesqueros” que el personaje Juan Salvador Gaviota de Richard Bach asociaba con el sinsentido.
Aquí podríamos escoger entre el existencialismo desesperado de Jean-Paul Sartre, que nos habla de un universo darwiniano y nauseabundo en el que no somos ni significamos nada; el compromiso que pensó Søren Kierkegaard, en que podemos darnos el permiso de “un salto de fe” para explicar lo inexplicable y operar desde una hipótesis filosófica o religiosa del mundo; o una visión como la de Albert Camus, que propone que a pesar del sinsentido y la constante amenaza de la muerte nos ocupemos de crear nuestros propios significados, algo así como si nos riéramos en la cara de la muerte.
No puedo entregarme de lleno a ninguna de estas visiones, aunque veo el valor de todas ellas. Para mí hay verdades, pero no una verdad, como escribió el mismo Camus.
Es un tema que siempre estoy explorando, a veces con mayor o menor intensidad y convicción, que es lo mismo que decir con mayor o menor sentido de compasión hacia nosotros mismos. Porque como bien expresaba la poesía oscura de César Vallejo:
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Lo menos que podemos permitirnos, a veces, es un engaño voluntario y bondadoso para decirnos que la vida siempre sigue y que todavía (o, por ahora) estamos en ella.
Construimos otros armazones ideológicos que, vistos a sangre fría, son nuevas tramoyas para impedirnos ver tras bastidores, aunque en los momentos más severos incluso los más convencidos por un lado, y los más creyentes por el otro, demostramos el propio vacío existencial al caer rendidos en llanto. Ningún ritual, gesto ni conjunto de recitaciones, al igual que ninguna postura intelectual, puede silenciar ese aullido de quien ve de repente no solamente su mundo alterarse sino perder su significado (ya habrá un regreso a las debidas ilusiones cuando el tiempo predomine, hora tras hora de voltear la mirada hacia nuevas diversiones).
Todo tiene su final. Todos tenemos nuestro final. Estamos aquí por un rato.
Mas aún “el absurdo” es una interpretación de la inasible verdad, y a veces parece que para ciertos seres flemáticos y melancólicos (con los que muchas veces me identifico) puede ser también un refugio, un escape y otra simplificación, y, si se quiere, una predilección por sufrir que es preferible a engañarnos. Desde un punto de vista más amplio unos y otros tendríamos que admitir que el final también puede ser una ilusión.
Imagen: "Todo a su tiempo", de Xava Du, reproducida con licencia de Creative Commons. Original en https://flic.kr/p/T4BFT
15 comentarios:
Víctor, retornas al sentido original del blog que era la búsqueda de sentido con el que te conocí y debatimos hace años. Sin sentido la vida se hace absurda, incomprensible, desoladora. Hace tiempo que no me cuestiono acerca del sentido de la vida y no sé muy bien qué significa. Hay momentos de congoja, en que todo se cae, y otros de sensación de que hay algo que nos sostiene, aunque no sepa muy bien qué. Tengo una hermana, diez años mayor que yo, que ha vuelto a la fe religiosa. Lee muchos libros de autoayuda, buscando la sanación interior. Practica meditación. Yo veo distante de mí esa vía, aunque no sé qué haré dentro de un tiempo. Alguna vez me he planteado volver al zen, pero no sé. En octubre quiero ir dos meses solo a la India con mochila. Pero no voy en busca de espiritualidad. Es algo que me llama desde siempre. Creo que estaré incompleto hasta que no vea el Ganges en Benarés. Luego quiero ir al sur, quizás porque está allí la patria de Krishnamurti, un pensador que me influyó mucho hace tiempo. No tengo un propósito definido. Para mí, meditar es vivir. La muerte no me preocupa. La muerte es sencilla, lo malo es lo que viene antes. Y yo la tengo como tú, como una ilusión. Y sí, todo lo vivido es ilusorio. Esto me consuela y me da algo con que afrontar la incertidumbre.
Me ha sorprendido esta reflexión tuya. Siempre te veo tan vital y expansivo en FB, en el CLNY, pero está presente en ti esa demanda de sentido.
Un abrazo, compañero.
José Luis, hola, a veces esta exploración de significados es más explícita que en otras ocasiones, pero siempre está ahí para mí, porque caminamos al borde del precipicio existencial todo el tiempo. Es la razón primordial porque escribo, pero tienes razón en que tal vez no expreso estas inquietudes cuando trato con las personas en otros contextos, porque "Todo a su tiempo", como se titula la foto que he usado para ilustrar esta nota. Es cierto, sí, que cada vez tengo menos duda en expresar mis dudas (si es que eso tiene algún sentido). La búsqueda en sí es un tema que da para más, porque bien puede que uno ya desde el punto de partida condicione lo que encontrará. Esto te recordará el pensamiento krishnamurtiano, que me es familiar y del que tal vez escriba en su momento. Para mí vida y muerte son partes de una experiencia unitaria y que solamente alcanzamos a ver nuestro lado de ello. Tal vez la búsqueda de sentido es en sí el sentido.
Un saludo afectuoso, en especial a Victor y José Luis.
El tema me apasiona, desde que tengo uso de razón.
Pienso que la vida es vacía y sin significado y que pensar esto, tambien es vacío y sin significado. Pensar asi, me ofrece multiples posibilidades de darle el significado que yo quiera, a la vida y a la vez aceptar el significado que otros le dan.
Vivimos en el contexto que creamos, gracias al lenguaje. Y gracias al lenguaje podemos cambiar el contexto en que vivimos.
Todo, es una conversacion!
Hola Maritza. El vacío es también una experiencia que se deriva de ese contexto en que formulamos nuestras ideas, pero parece que es nuestra naturaleza buscar significados en nuestras vivencias. Queremos que la vida tenga un propósito, que los sufrimientos tuvieran algún sentido y que los esfuerzos diarios no sean en vano. Según los conceptos que tengan, o acepten, las personas de lo que somos y hasta donde llega nuestra conciencia definimos los propósitos. Para mí es una pregunta abierta -- constantemente -- porque la información que tengo no sostiene los conceptos predominantes en estos sentidos. La exploración es en sí un significado.
El darme cuenta de que no solo mi exploracion,tiene significado, y que ni siquiera es mía, ya que está condicionada hasta por el idioma que hablo; me ofrece un espacio para seguir indagando y no llegar a conclusiones, sin aferrarme a ninguna "verdad", descubierta por mi. He podido comprobar, que la verdad que descubro hoy, al ser procesada por mi mente, se convierte en mentira. Esto me apasiona y me induce a seguir indagando y conociendome.
Descubriendo y sacando la basura que mi mente va acumulando, me proporciona, mas espacio para continuar, sin aburrirme.
El darme cuenta de que no solo mi exploracion,tiene significado, y que ni siquiera es mía, ya que está condicionada hasta por el idioma que hablo; me ofrece un espacio para seguir indagando y no llegar a conclusiones, sin aferrarme a ninguna "verdad", descubierta por mi. He podido comprobar, que la verdad que descubro hoy, al ser procesada por mi mente, se convierte en mentira. Esto me apasiona y me induce a seguir indagando y conociendome.
Descubriendo y sacando la basura que mi mente va acumulando, me proporciona, mas espacio para continuar, sin aburrirme.
Es más que las palabras y su análisis. Nos acompañan muchos conceptos sobre lo que es la vida, cuáles son sus fines y dónde se encuentran sus límites. Mucho de ello es heredado y parte del bagaje cultural y se nos hace difícil comprender qué es que. Hay mucho que examinar sobre sí mismos y nuestro lugar en el mundo.
De acuerdo. En mi proposito de conocerme, descubro maneras de ser que no funcionan en mi relacion con los demas. Tambien descubro que puedo fluir con lo que no estoy de acuerdo y darme cuenta al instante cuando estoy manipulando y queriendo tener la razon.
Ultimamente veo con responsabilidad el impacto que causan mis palabras en mi familia y personas con las que intractuo. Estoy clara en mi responsabilidad al respecto.
Mi vida espiritual, por distinguirlo de alguna maera, ha tomado una nueva dimension, que va mas alla de las palabras. No siento necesidad de demostrar o convencer a nadie de lo que pienso. Mi gozo por vivir, lo asemejo a cuando tenia 4 años, con la libertad que caracteriza esa edad. Mi experiencia de vivir experimenta transformaciones que me sorprenden.
Vivo mas ligera de equipaje y mas en armonia con todo y todos.
Que bien, Maritza. No hay porqué vivir en continuo conflicto.
Nada es real.
Víctor,
No sé si alguna vez te lo he dicho, pero qué bien escribes :) Me encata la desnudez de tu prosa <3 Me gusto el post... A diferencia de ti, yo si elijo una postura, la de Camus, por supuesto, pero sé que tu posición es mucho más inteligente :) Es sólo una elección, nada más. Me sentí muy identificada contigo en este post, aunque no puedo articular por qué. Me llegó tu tristeza, la circunstancial y la heredada por nuestra condición de orfandad cósmica. Pero, igual no importa, porque sé que sabes a lo que me refiero.
¿Ni siquiera este comentario?
Muchas gracias, Sonia; escribir es un desnudarse y por eso es difícil y a la vez atractivo desde el punto de vista de quien lo hace, pero no siempre resulta, no siempre se puede. Tú sabes eso. Algunos temas son más reveladores que otros; éste en particular. No sé si mi ambivalencia es más inteligente, pero se me hace difícil comprometerme con una de estas visiones sin sentir que pierdo un sentido mayor. Lo paradójico es que, a pesar de esa angustia existencial y cotidiana, todos estamos menos solos cuando podemos comunicarnos y traspasar las palabras.
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