Una brisa fría viene del oeste. Para eso está el abrigo, con todas sus cremalleras y botones, y los guantes de piel sintética. Hay pocas gentes en las aceras todavía, pero eso no será por mucho rato. Todo empieza a moverse con la luz que rebota de pared en pared.
Sube una ráfaga de exhalaciones de uno de muchos respiraderos subterráneos. Pasa el tren escandaloso por debajo y tiembla el piso a su paso. Los carros zumban, antes del próximo cambio de luz.
El Bowery, un parque que existe tanto en el Nueva York material como en el de ficción, abosteza y se estira. Los primeros peatones recorren su costillar de concreto. Chinatown despierta. El chillido de los frenos de los autobuses públicos sirve de despertador.
Un negociante hala el portón metálico que protege los cristales de su tienda. Se oyen las cajas de bola que crujen sobre sus rieles. Otros portones tienen otras voces.
Los vendedores de los puestos de verdura, de frutas, de pescados y mariscos, acomodan sus cargas. Uno de ellos lleva una carretilla en la que transporta un gran pescado de cabeza gorda. Aletea todavía. Lleva en una bolsa unos sapos regordetes que se pisan unos a otros. Pelean por escalar hasta el tope de la funda. Probablemente ignoran que pronto colgarán de las patas a la entrada de una tienda de exquisiteces.
La brisa fría se pierde entre el gentío. En el Bowery se juntan unos veinte a treinta cuerpos. Visten payamas. Uno trae un radio portátil, que pone sobre unos escalones. Desde los altavoces suena una música resbalosa. Ellos se mueven con extrema lentitud. Levantan los brazos como si sostuvieran grandes esferas en sus manos vacías. Se inclinan y a veces se sostienen en un pie. Doblan las rodillas. Miran hacia el cielo manchado de la ciudad.
Tras una pared unos jóvenes castigan una bola de ule a manotazos. La estrellan contra la pared. Se calientan con el juego de handball mientras llega el autobús escolar.
El sol se impone sobre el horizonte que forman los techos de numerosos edificios. Otro día empieza, tal como ayer.
14 de marzo de 2007
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8 comentarios:
Esto, amigo mio, es una gran mamonada
Como que te dieron un saludo Neoyorkino.
"Uno de ellos lleva una carretilla en la que transporta un gran pescado de cabeza gorda"
Un pez cuezo? tal vez.
No te metas con los rapero, te pican en bowery!
Bienvenido a esta ciudad, ayer el clima estuvo de maravilla, hoy no lo creo.
Hoy has ensayado el género descriptivo frente al narrativo o reflexivo. Amanece en el barrio Chino. Aprovechas el motivo para hacer una viva descripción del ambiente, sus ruidos, las gentes. Pues la verdad es que está bien. Me ha gustado.
Cuando estuve en Nueva York hace muchos años también paseé por Chinatown. Recuerdo que me impresionó vivamente su ambiente frenético y populoso. Tuve la impresión de estar en una ciudad china algo a lo que aquí en España todavía no estamos acostumbrados.
y pude escuchar cada sonido y chillido que hacían esas puertas!, tu descripción es increíble, me entraste a la historia!
Hola, saludos a todos, incluso al anónimo.
Baakanit -- Lamentablemente no te pude ver en Nueva York. Tuve pendiente llamarte, pero se me fue el tiempo de apartamento en apartamento y de restaurante en restaurante. Esta caminata por el barrio chino fue mi único momento de soledad en la semana que estuve por allá. Creo que será la próxima vez, cuando iré con una agenda menos comprometida...
Jonás -- Tal vez nos cruzamos en ese río de almas que son las aceras de Chinatown. Nueva York tiene muchas ciudades dentro de sí. Si te vas a Dyckman Street o la 207, por ejemplo, podrías sospechar que estás en República Dominicana.
DRlacxos -- Bienvenido por aquí. Quise compartir un poco de ese momento de contemplación.
Leer mi Libro abierto
Hace mucho no visito el Barrio Chino, me has dado un paseo gratis.
Me puse a jugar con las palabras del título de tu post y sus distintos significados:
- Mañana, en el Barrio Chino.
- Barrio Chino en el mañana.
- En el mañana, Barrio Chino.
- Barrio, en el mañana Chino.
- Chino, Barrio en el mañana.
No me hagas mucho caso, ya sabes que soy ½ tostá.
Te entiendo completamente. No te preocupes.
Te cuidas
No había visto este comentario, Maritza, hasta que esta nota volvió a aparecer (quién sabe por qué) entre las más leídas. Me gusta lo que has hecho. Es una yoga del lenguaje: lo estiras, lo estiras, como para ejercitarlo.
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