El momento mágico llega durante una excursión a la playa en la que los niños descubren el placer de la arena, el viento salado y las olas por vez primera. Avijit, uno de ellos, toma un cubo y lo llena del líquido salino, que derrama con una mano mientras toma una fotografía con el caño en perspectiva y la playa en trasfondo.
Es parte de una película que ganó el honor de mejor documental en los premios Oscar y que encontré por casualidad, como siempre. Me interesé en ella porque leía, a sugerencia de un amigo, la novela «La canción de Kali» («Song of Kali») de Dan Simmons, que se desarrolla en Calcuta, ciudad que el narrador describe como uno de esos lugares que “son demasiado perversos para que se tolere su existencia”.
«Born into Brothels» (o «Nacidos en los burdeles»), como se llama el documental, es también otro testamento de esa Calcuta que necesitaba de la Madre Teresa, esa “miasma” de ciudad en la que se enredan los personajes de Simmons. La película se enfoca en el distrito de las luces rojas donde abunda la prostitución y la más fétida de las pobrezas. Entre esos callejones de maldición habitan niños y niñas que cohabitan con la corrupción.
Hasta allí llegó la fotógrafa Zana Briski, y luego del cineasta Ross Kauffman, a explorar una desesperanza más negra que un pantano -- descubriendo en ella, sin embargo, una posibilidad, aunque mínima y tardía, de redención por el arte.
Es un documental que recomiendo.
Briski cuenta que llegó a Calcuta a fotografiar a las mujeres de “la línea”, aquellas trabajadoras del sexo que se ponen sus mejores vestidos para pararse a la vera de los estrechos callejones, de manera que los hombres, adictos al sexo fácil, las usen a cambio de monedas. Los niños, sin embargo, hijos de esas esclavas de condición, conquistaron su corazón. Ella tomó un pequeño grupo y los habilitó de cámaras para que fotografiaran a Calcuta según la veían sus ojos. De ese encuentro con el arte --aunque ese arte represente una confrontación con la fealdad que les rodea y que cualquiera preferiría ignorar-- surge la posibilidad de que algunas de esas critaturas rompan sus vínculos a la maledicencia de la ciudad.
Avijit, el niño que describo en principios, es uno de esos que a pesar de sus condiciones de vida pésima, y el condicionamiento que ello representa, encuentra en los ángulos y perspectivas de la fotografía un sentido más amplio de la vida, que él mismo no comprende, pero que puede alterar su destino.
El documental dio origen a una organización sin fines de lucro, «Kids with Cameras», que busca el mismo enfoque en otros lugares abandonados del mundo.
Una y otra vez este filme nos muestra el impacto que una sola persona puede tener en otras vidas y el valor profundo de regalos inmateriales, como el despertar de la sensibilidad que otorga el arte, al mundo que nos rodea.
LIBRO DE JOSÉ FERNÁNDEZ PEQUEÑO
Hace 4 horas.
4 comentarios:
Me ha gustado tu post. Creo que algo comparte con el mío sobre el poema de Walking Around. Los niños artistas fotógrafos, igual que el poeta, pueden llegar a crear poesía, belleza a partir de la fealdad, la miseria, los ambientes degradados. Me ha sorprendido tu blog. Lo iré siguiendo. Yo tengo otro de temática diferente en http://olahjl2.blogspot.com.Un saludo. Tremenda Calcuta. Me pongo a buscar el documental.
No he podido localizar con el E-Mule el documental de Nacidos en los burdeles. ¡Lástima! Seguire indagando. Me ha "llegado" tu comentario sobre mi historia del pescador. Creo que sentí tanta vergüenza que no puse en marcha mis mecanismos elementales para localizarlo. Fue una situación, como ves, embarazosa que me ha quedado en el recuerdo. Es bonita la idea de que con este minirrelato logro, por fin, hacerle un regalo. Un saludo.
No he visto el documental. Me lo apunto, eso sí, por si se presenta la ocasión. Sin embargo, cuando he terminado de leer tu artículo, he pensado en los niños. En los ojos de esos niños. Y he pensado que ellos -pese a ser Calcula esa ciudad que aún llora la pérdida de Madre Teresa- en comparación con otros niños, tienen suerte: de cuando en cuando pueden ver su mundo transformado por las lentes de la cámara. ¡Pues vaya suerte! podría decirme alguien; y, en parte, tendría razón. Pero yo sé cuántos mundos maravillosos puede hallar un niño, en según qué momentos, dentro de una canica: mirándola con atención podría decirse que hay infinitos universos llenos de magia, de vida, de alegría. ¿Cuántos, me pregunto, hubiera conseguido atrapar de los millones y millones que, seguramente, existen dentro de las lentes? No lo sé. A mí nunca me dieron una cámara, y en este caso, el no tenerla me recuerda, por no decir: me grita, que fui una niña privilegiada.
Gracias :)
Este es uno de los mejores blogs que he encontrado.
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