25 de julio de 2010

El poder de “In the Heights”


Cuando vi la conmoción en los medios estadounidenses sobre “In The Heights”, un musical que se escenifica en el Washington Heights que es el barrio-corazón de la comunidad dominicana y de otros grupos hispanos en el alto Manhattan, sospeché que éste sufriría del síndrome de las obras muy alabadas por un público que desconoce el tema tratado.

Temí que el musical con música y canciones de Lin-Manuel Miranda, basadas en una pieza teatral de Quiara Alegría Hudes, iba a presentar una versión de la latinidad que no estaría a tono con lo que se vive en los barrios neoyorquinos. Pensé que, además, la obra me aburriría porque nunca he sido fanático de estas producciones teatrales donde la música desciende del cielo.

Tal vez por ello esperé tanto para ver el musical que mereció el prestigioso premio Tony en 2008.

Durante una reciente visita a Nueva York, asistí por fin a verlo en el famoso distrito teatral de Broadway y me di cuenta de que, como suele suceder, estas suposiciones mías estaban equivocadas.

No solamente disfruté de las más de dos horas del musical sin cansarme, sino que me conmoví con algunas escenas, me reí con algunas ocurrencias y sentí la música como una expresión muy natural de la lucha por la vida en los guetos latinos. El Washington Heights que vi en escena me pareció verosimil – y por lo tanto real dentro de lo posible – porque, a pesar de los estereotipos, se presentó como un lugar vibrante donde los inmigrantes y sus hijos luchan por forjar una identidad que tenga sentido para ellos.

Si bien es cierto que la obra encarna el mito, abusado a veces, de querer huír del barrio, es también un buen símbolo del afán de superación que no termina cuando los inmigrantes pisan en la supuesta tierra prometida (ya dije algo sobre la validez de las suposiciones). No se puede liberar de estereotipos una obra hasta que el pedazo de la realidad que esta confronta quede irreconocible. “In The Heights” (“En los Heights”) equilibra bien el colorido de estos barrios y las inquietudes que dan matices a sus personajes.

En la obra se mezcla bien la presencia de tres grupos caribeños que se han sucedido en Nueva York: los cubanos de mitad del siglo pasado, los puertorriqueños de hace décadas y los dominicanos que ahoran son una presencia notable en la gran ciudad. Todo esto se da en la música y en las historias: del personaje principal, Usnavi, que quiere vender su bodega para retirarse a República Dominicana; de la joven Newyorican que lucha por satisfacer con sus estudios las expectativas de sus padres puertorriqueños; del vendedor de piraguas (un tipo de helados) que tiene que ganarse cada día, cuadra por cuadra; de la muchacha que sueña con una vida inaccesible más allá de las fronteras económicas del barrio; de la anciana que se sostiene sobre la paciencia, la fe, y el sueño de algún milagro – sin que olvidemos esas mujeres chismosas del salón de belleza y su chispa de gente luchadora y alegre.

No solamente disfruté el musical, sino que ahora traigo su ritmo en mi cabeza y fácilmente me encuentro tarareando el “Carnaval del Barrio” o el coro que grita, casi como una denuncia: “We are powerless! We are powerless!” (Que igual se puede traducir como “¡No tenemos electricidad!” o “¡No tenemos poder!”, dependiendo de la interpretación que se le quiera dar al apagón que se da en plena celebración de la independencia estadounidense).

En esta obra la comunidad se expresa con poder, aunque sea mayormente en inglés y para un nuevo público que de seguro incluirá a sus mismos descendientes.

4 comentarios:

Joselu dijo...

Estoy pasando el verano en las montañas del norte de España, en Aragón. He entrado en tu página y he visto y leído la reseña sobre este musical de dominicanos y latinos en Nueva York. ¡Cómo me gustaría verlo y poder pasear de nuevo por la gran manzana! Pero es un viaje muy caro para cuatro personas... Suscita interés ese sueño de poder salir del barrio que aparece en tantas películas americanas. Imagino que es una visión de la realidad que los latinos llevan en su genética de inmigrantes de primera o segunda generación. Ciertamente, USA es un crisol de culturas que va absorbiendo, fundiendo y transformando a las oleadas de llegados allí en las más diversas circunstancias. Es esa filosofía americana que expresó Obama: We can y que se combina con la herencia latina. Estados Unidos cada vez es un país más interesante. Un cordial saludo.

Víctor Manuel Ramos dijo...

Hola Joselu. Espero que estés disfrutando esas vacaciones (yo me estoy recuperando de las mías). Igual de costoso me resulta a mi el viaje a España, que quiero hacer en cuanto pueda. Espero que no nos crucemos en direcciones opuestas en el Atlántico. En cuanto a lo que dices de la experiencia migratoria, es así: mucho del dinamismo de esta nación resulta de la mezcla de culturas y de la pujanza de esas nuevas comunidades.

Lola dijo...

Cuando conocí Nueva York me quedé pasmada. Es algo muy singular con gente muy singular. Me encantaría ver ese musical. Un abrazo Lola

Víctor Manuel Ramos dijo...

Lola, saludos. Cada ciudad tiene lo suyo. ¿En qué ciudad de España te encuentras? Por cierto, sé que este musical viaja a varias ciudades de Estados Unidos. Estuvo por aquí en Florida (donde vivo), pero no sé si lo han llevado a otros países. Me encantaría ver la respuesta del público en una realidad más ajena a Nueva York y Estados Unidos.

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