17 de octubre de 2011

Variaciones de luz

Uno quiere escribir algo que diga, tal vez, de qué color es la mañana cuando irrumpe la luz y los adjetivos usuales --azul, púrpura o gris, por ejemplo-- no son suficientes.

Hay cielos que simulan la piel ceniza de un arándano, y sería impreciso --incluso injusto-- llamarles azules, púrpura o grises.

Al levantar la cabeza uno ve el tejido jugoso de un arándano.

Uno quisiera que fuera fácil triturar el teclado y esparcir frutos, hojas de arce en otoño, atravesar la crema porosa de la nieve, palpar pedacitos de cuarzo y caracoles resquebrajados con las palmas de los pies.

Pero la expresión es exigente. Pide la atención de un niño curioso. Pide heroísmo. Pide el tipo de orden que no viene con las horas y las medidas, sino que se parece más bien a una lluvia de fractales, orden en el caos, belleza en la irregularidad.

Es sublevarse y decir algo que tal vez no se entienda.

9 de octubre de 2011

Visitando a Walt Whitman en el silencio de los siglos

Estatua de Walt Whitman - Foto: V.M. Ramos

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.


Así se presentó Walt Whitman al mundo cuando a la edad de treintiséis años empezó a escribir el poema épico "Leaves of Grass" ("Hojas de hierba"), casi a mitad del Siglo Diecinueve.

Digo que se presentó al mundo porque sus palabras, trabajadas cuidadosamente a través de las décadas que vivió, eran para toda la humanidad e incluso para la humanidad futura, sabiendo él entonces que sus versos rompían con el pensamiento de su tiempo.

Otros expertos podrán decir más de él, pero Whitman abandonó la rima convencional de los versos de sus días. Whitman mezcló los géneros, porque su poesía es a la vez narración, canto, crítica y exaltación; es cuento y novela; tiene trama, carece de medidas pero no de ritmo. Whitman resquebrajó también el puritanismo de su época y no distinguió entre el deseo hacia un hombre o hacia una mujer. Dijo lo que tenía que decir, aunque en principios su libro no lo publicara nadie más que él y aunque muy pocos fuera de los intelectuales de su época se interesaran en esa poesía rara e iconoclasta.

24 de septiembre de 2011

Autoayuda condicional: libérate si puedes

Tú puedes tener la vida que quieres, siempre y cuando lo que quieres no viole las leyes de la física ni del país donde vives.

Crea tu propio futuro, aunque el futuro no existe. Sé quien quieres ser, y acepta las consecuencias, porque siempre las habrá. Elimina los obstáculos mentales, bórralos de tu mente, y cuando se presenten en tu camino haz de cuenta que no existen.

No culpes a otros de tus males, porque todo el mundo es inocente, menos tú (por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa). Deja de quejarte y toma las riendas de tu vida, porque el éxito no permite que aceptes tus debilidades ni que te desahogues. Ámate como eres, pero solamente después de que te quites de encima todas estas imperfecciones que te obstaculizan.

Respira hondo.

No te identifiques con los problemas, porque ser irresponsable te proveerá gran alivio. ¿A qué le das tu energía? Eres puro ser (bueno, y también huesos, músculos, tejidos, reacciones químicas).

Deja que tu vida surja espontáneamente. No hagas planes de nada y el presente se revelará ante ti, aunque eso signifique que se te olvide terminar tus proyectos.

Tú eres perfección como eres. No tienes que hacer nada. No tienes que buscar nada. Mírate a ti mismo ahora, pero arregla estas dos o tres cositas que te impiden la iluminación. Es decir, cambia quien eres.

Y por si acaso nada de eso funciona: Un día de estos te vas a morir.


5 de septiembre de 2011

Libros electrónicos: una apertura para nueva literatura a descuento


A mí desde un principio me pareció que el diseño de lectores de textos para la pantalla era un paso importante para la diseminación de las letras.

La posibilidad de liberar el texto de la forma tradicional del libro me ha parecido una multiplicación del efecto Gutenberg, porque abre nuevos canales de distribución y facilita la publicación de todo tipo de libros.

El elemento que faltaba era el puente que llevara a los lectores esos textos, que inicialmente flotaban huérfanos por las nuevas redes de Internet.

En los últimos dos o tres años se ha acelerado el proceso de construir una estructura más sólida, tanto para que el autor ponga sus libros al alcance como para que los lectores descubran por búsqueda o afinidad esos textos que les pudieran interesar.

Ha llegado el momento del libro electrónico.

Como en todo salto hacia adelante, este fenómeno no es algo que dependiera de un factor aislado, sino de varios avances tecnológicos que coinciden y hasta compiten.

El proceso de desarrollo de los lectores de libros electrónicos había sido lento en comparación a otras plataformas, como las que se han creado para distribución de música y video en la red. Algunos expresaban dudas de que el simple texto de los anticuados libros pudiera competir en un mundo mayormente audiovisual.

Pero hace años que el fenómeno Amazon ha demostrado que hay espacio para los libros en la red. Fue precisamente esa compañía --entre las pioneras de venta de mercancías en Internet-- que formuló el primer lector exitoso en el "Kindle". La cadena de librerías Barnes & Noble no tuvo más opción que competir, lanzando el "nook" para distribuir libros electrónicos en su catálogo.

Google ha digitalizado cantidad de libros que se pueden leer de manera electrónica y la innovadora compañía Apple terminó de dar el golpe de gracia con su iPad.

El resultado es que hay ahora cantidad de computadoras estilo "tabletas" que junto a la variedad de teléfonos inteligentes permiten llevar los libros digitalizados adonde una vaya.

A esto le ha seguido la apertura de medios (incluyendo grandes cadenas de distribución como Amazon y B&N) para que un autor pueda publicarse a sí mismo por la vía electrónica, algo que ha llevado ya en Estados Unidos a los primeros "bestsellers" en la categoría electrónica y al nuevo fenómeno de la novela electrónica de 99 centavos de dólar.

Llamémosle literatura a descuento.

Estas novelas, generalmente cortas, giran en torno a romances, historias de acción y suspenso que ofrecen fácil entretenimiento y se venden a precio de descuento. Debido a la eliminación de los intermediarios de la industria del libro pueden generar regalías razonables para un autor que consiga un público.

Hay también sitios y programas que permiten que un autor ponga su propio libro a la venta en los diferentes formatos del medio electrónico, y esto a bajo o ningún costo por adelantado.

Claro está, esta tecnología ha llegado primero a los lectores y escritores anglosajones y es notable, en particular, el atraso de la industria de libros en español en aceptar esta transformación digital. Yo, que tengo ya uno de esos lectores electrónicos, he notado la carencia de títulos en español, incluso obras conocidas de autores en las listas de más vendidos en el entorno hispanohablante.

En nuestro mundo, igual que ha sucedido en el anglo, este empuje hacia los libros electrónicos probablemente se originará entre autores independientes que tienen poco que perder, y mucho que ganar, en subirse al bote antes de que se vaya del puerto. Yo estoy dispuesto a hacerlo y exploraré esa opción a mediano plazo.

Igual que con toda nueva tecnología habrá mucha experimentación y, por qué no decirlo, muchos "libros basura" en los anaqueles electrónicos. Pero, por fortuna, el lector podrá probar esos textos y decidir cuáles autores apoyar con sus centavos. Los formatos principales de libros electrónicos permiten que el lector lea una buena porción antes de decidir si los compra.

Todo eso me parece algo muy prometedor para las nuevas voces y para los lectores que buscan perspectivas y estilos distintos a las de los autores de siempre.

Día llegará en que los libros --llámense estos de crónica, poesía, cuento o novela -- se publicarán primero por la vía electrónica y llegarán solamente al papel cuando alguien decida coleccionarlos en sus estantes. Los árboles nos agradecerán.


Ilustración: "Book of a Wizard" by ~st3to.

20 de agosto de 2011

Fe de erratas


Era yo de los lectores que, lápiz en mano, tomaba un libro y marcaba sus errores. Rayaba las faltas que encontraba con entusiasmo, así se tratara de asuntos pequeños como un signo de puntuación o más notables como un caso de ortografía atroz o el uso de alguna oración de pensamiento perezoso.

No lo hacía por malicia, sino por un celo exagerado hacia la buena escritura.

Pensaba yo que un escrito publicado, sobre todo de poesía o ficción, debía ser la culminación de ideas, imágenes y expresiones depuradas hasta su esencia, como una escultura o pintura bien trabajadas. No toleraba muy bien los libros chapuceros.

Era en ese sentido como el viejo corrector de pruebas, de un cuento cuyo título y autor ahora no recuerdo, que se regocijaba al retocar alguna oración, poniendo el signo de puntuación que faltaba en la obra de un escritor talentoso a quien le tocaba leer como profesional. Sabría al ver el libro publicado que esa era su coma, o su punto, o su acento, en una novela que en otros sentidos era perfecta.

Pero en los hechos el proceso de publicación está plagado de oportunidades para que se hagan cambios y alteraciones a la ligera mientras una obra pasa de mano en mano. Esos cambios tanto pueden mejorar la obra como dañarla, sin que sepa el lector. Hay casas editoriales, agentes, correctores y editores de mucha sensibilidad y cuidado, por supuesto, pero hay otros en la industria del libro que usan correctores automáticos para sustituir palabras, recurren a frases gastadas para simplificar ideas y diseñan portadas para libros que no se tomaron la molestia de leer.

Hace poco supe de un autor que, a pesar de obtener contrato con una casa editorial de respeto, confesaba sentir decepción al recibir el libro en manos. Su novela, maquillada y simplificada, era otra cosa que no correspondía con la visión artística ni el estilo de expresión que él había buscado. Y hay peores casos.

Afortunadamente, los nuevos medios, que cada vez facilitan más el proceso de publicación independiente, abren paso para una comunicación más directa entre quien escribe y quienes leen.

31 de julio de 2011

El mundo que soñamos

Nocturna novembrina, Zaruma

Hay ideas que no se pueden formular hasta que les llega el día en que maduran y caen de la mata. Puede ser una tarde cualquiera en una sala cualquiera de una ciudad cualquiera cuando se desploma una noción que estaba siempre ahí, pero parecía cruda para el consumo.

En este caso hablo de la influencia de los sueños, aunque no simplemente de los personales, sino de aquellos que arrebatan a las masas y se convierten a la vez en motor, vehículo y puente para transportarnos a la realidad en que sobrevivimos.

Hablo de las calles, de las tiendas, de las corporaciones, de las instituciones, de las viviendas, de los servicios, de todo aquello que constituye la vida en sociedad.

El mundo en que vivimos es hijo de nuestros sueños, esos gigantes que se alimentan de nuestra fe.

Mientras los vivimos, esos sueños son mágicos. Se revisten lo mismo de trabajo, hombro a hombro, por una sociedad mejor que del coraje individualista del hombre o mujer de frontera. Tras cada uno de ellos aguarda, como el barril de oro al final del arco iris, una fuente de esperanza inagotable que hace posible la vida que conocemos.

¿Pero qué pasa el día en que la ilusión queda expuesta? ¿Qué pasa cuando esos gigantes exigen todo lo que somos? ¿Qué cuando nos despojamos de las utopías?

Probablemente formulamos nuevos sueños, antes de tocar el vacío.



Imagen original, "Nocturna novembrina, Zaruma", cortesía de Jaime Serrano.

2 de julio de 2011

«La vida pasajera» en los medios



Hace poco me invitaron a una entrevista en televisión en el segmento Contraportada de NY1 Noticias, una estación de cable en la ciudad de Nueva York, para hablar sobre mi novela «La vida pasajera».

Asistí, aunque prefiero escribir a dar entrevistas e incluso entrevistar a ser el entrevistado. Se da una dinámica impredecible en cada entrevista, y creo que especialmente aquellas que se dan ante el ojo implacable de las cámaras, en la que uno dice lo que nunca pensó decir.


Por suerte, este segmento es corto y no permitió muchas metidas de pata. Aquí les comparto un enlace a la entrevista, con especial agradecimiento a José Manuel Simián por realizarla, a NY1 Noticias por ponerla en el aire y a la productora de televisión Themys Brito por conectarnos.

La comparto más para recomendar el segmento, que trae estas breves incursiones en temas de artes y letras a los subscriptores de televisión por cable de Nueva York. Me parece que Contraportada es un aporte excelente por parte de Simián en un medio que la más de las veces se enfoca en aspectos más comerciales del entretenimiento.

De paso aprovecho para mencionar que hace poco se publicó, también en Nueva York, en la revista Pie Derecho que edita el periodista Norberto Bogard, una nota sobre la publicación de la novela. También AOL Noticias y varios medios noticiosos afiliados en Internet se hicieron eco de la presentación de la novela en el mes de abril, gracias a una nota por el periodista David Ramírez. Adriana Collado, de El Sentinel de Orlando, también escribió una nota sobre la presentación que apareció en la versión impresa de ese semanario. Además, José Carvajal, del sitio literario Librusa, publicó una nota en anticipación a la publicación entre sus actualizaciones del mes de marzo. Esta fue la segunda ola de menciones de la novela, tras el anuncio el año pasado del premio que se le otorgó. Incluyo un enlace a las notas que se publicaron entonces.

Es para mí un honor que tan modesto esfuerzo reciba la atención de estos medios. Gracias a todos.

18 de junio de 2011

Leer menos, vivir más


Me crucé el otro día con un viejo libro que iba camino a la basura y, como es ya vieja costumbre, lo rescaté. Consiste de un compendio escrito por un bibliotecario sobre los que él considera los mejores quinientos libros del mundo que uno debe leer. Es una lista de lectura.

Dice el autor Phillip Ward, en su «A Lifetime's Reading; The World's 500 Greatest Books», que la lectura vale la pena porque: "No es solamente conocimiento que obtenemos de los libros pero, si lo hacemos en la manera apropiada, tal vez también alguna medida de sabiduría."

Basta con hojear el libro para toparse con un desfile de clásicos de la literatura mundial como «La guerra y la paz» de Leo Tolstoi, las «Obras completas» de Federico García Lorca, «La familia de Pascual Duarte» de Camilo José Cela, «El sonido y la furia» de William Faulkner y «La náusea» de Jean-Paul Sartre.

La lista sigue... Pero me detengo y hago una operación aritmética en mi cabeza. Y recuerdo el otro día a un amigo que expresaba cierta ansiedad porque hay tantos libros que debería leer, antes de ponerse a su aspiración de escribir, y de no saber ni siquiera por dónde comenzar.

22 de abril de 2011

La importancia de las palabras


Este es el discurso pronunciado esta noche en el acto de presentación del premio por el Primer Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua a mi novela «La vida pasajera». Lo comparto aquí con aquellos de ustedes que no pudieron participar del acto en muestra de agradecimiento al apoyo recibido por este medio de alcance global. Ahora que la novela estará a la disposición de quienes quieran adquirirla, a través de la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, espero que esta sea de su gusto y que compartan conmigo su apreciación de la misma por estas páginas. Un saludo cariñoso desde Nueva York.




Queridos amigos.

Gracias por acompañarme esta noche en ocasión de la publicación de mi novela. Quisiera hablar un poco de lo que significan las palabras en este sospechoso arte de la escritura, pero lo voy a hacer a través de historias que se entrelazan a mi propia vida.

La tarde soleada que salí de República Dominicana llevaba muy pocas pertenencias en mi maleta. Mis familiares en Nueva York me habían instruido a que dejara todo, excepto la ropa que llevaba puesta y algunos artículos de primera necesidad.

Esto me puso en la difícil situación en la que se encuentran todos los que emigran, especialmente si saben que el regreso se va a dificultar (que es lo que casi siempre sucede). Tienen – o tenemos – que escoger qué partes de la vida que queda atrás ocupará el preciado espacio del equipaje.

Aún a mis quince años de edad había muchas cosas que podía traer: mi guante de béisbol, mi colección de audiocassettes, el tablero de ajedrez que un amigo ebanista hizo para mí, alguna que otra carta de amor – en fin, debía escoger cómo compendiar mi mundo.

El limitado espacio que quedaba en mi maleta – después de las tortas de casabe, los aguacates verdes y las botellas de licor que mis familiares me hicieron traer de contrabando – lo guardé para mis álbumes de fotografías amarillentas y, esto es lo que quiero señalar, para una selección de libros.

Todavía recuerdo cuáles eran.

Aún más: después de numerosas mudanzas, los sigo llevando conmigo.

2 de abril de 2011

La lectura como ventana al diálogo

Buscaba yo noticias de la comunidad hispana en una nueva ciudad cuando vi un aviso sobre unas reuniones en las que se hablaba, en español, de libros. Un club del libro en torno a obras de ficción. Fui con mi cuaderno y lapicero – las temibles armas de mi profesión – a la librería donde se reunían con la idea de escribir una nota ligera.

Pero entré por la puerta como periodista y salí hecho miembro del grupo.

Intenté pasar toda la reunión jugando mi papel de mosca pegada a la pared – así describimos a veces los periodistas nuestro rol silente y desapegado en eventos que cubrimos –, mientras tomaba apuntes de una discusión muy animada sobre «Memorias de mis putas tristes», una novela corta que Gabriel García Márquez acababa de publicar por esos días.

A diferencia de otros temas de política y demás – en los que logro observar con buen desapego – en este asunto se me hacía imposible mantener la distancia, sobre todo por la manera en que los participantes relacionaban las historias con sus propias vidas, y cómo se revelaban a la luz de la experiencia literaria.

Como una señora mayorcita, más fácil de imaginar sentada en los bancos de dura madera de alguna iglesia, que esa noche defendió el derecho de las putas a ser putas. O un ex-profesor latinoamericano, desempleado en el exilio, que relacionaba aquella novela a la de Vladimir Nabokov y el posible deseo de García Márquez de darle a esa historia un final feliz. O la ex-psicóloga, empleada en otra cosa más pedestre, que discutía las obsesiones de la pederastia. O aquel otro, empleado de un parque de diversiones durante el día y recitador de poesías durante las noches, que decía que la novelita no tenía nada que ver con sexo.

En el seno de una comunidad supuestamente conservadora nadie consideraba que el autor era un viejo verde de inclinaciones machistas y depravadas, a pesar de aquella sentencia que resumía de manera limpia y descarada el motor de su trama: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor con una adolescente virgen.”

23 de marzo de 2011

Respuesta a un poeta

El otro día, a eso de las ocho y media de la noche, leí un poema que me rompió el corazón. Yo no estaba preparado para ello, o tal vez lo estaba porque me sucedió.

Eran versos sobre un lugar en el que nunca estuve. No eran para mí versos nuevos. Pero hay momentos en que una composición, que antes fuera sucesión de palabras, llega a más que eso – o tal vez soy yo quien se transfigura. Está uno ahí, justo al lado del poeta, o incluso más allá, en el momento antes del principio, previo a la primera palabra.


¿Y qué importa que el poeta haya muerto un año antes que uno naciera? Él sabía que yo lo leería, no este yo pequeño que tiene personalidad y es un obrero asalariado más, sino el yo sin nombre de treinta y tantos años después: que es como él, que por un momento es él.

Casi no resisto, casi no termino de leer por el nudo en la garganta, y quiero decirle: “Poeta, has dicho verdad que trasciende el tiempo”.

Más leídas hoy

Más leídas del año

Girando en la blogósfera