6 de septiembre de 2010

Las manos de Nery Russo

Nery Russo (Foto: Víctor Manuel Ramos)

No había leído ni una sola página escrita por Nery Russo, pero cuando me invitaron a conocer a una novelista venezolana de visita en la ciudad donde vivo aproveché la oportunidad y asistí a una tertulia informal con otras periodistas. La señora Russo venía bien recomendada como una periodista y novelista de mucha trayectoria en ese país sudamericano.

Antes de la reunión busqué referencias sobre Russo y, aunque no encontré sus libros en circulación, pude verificar que publicó al menos cuatro obras: «La mujer del caudillo» en 1952; «Zory» en 1956; «Los cierzos del silencio» en 1964 y «Con los pasos del perro» en 1992. Se le describe en algunas monografías que encontré como una de varias mujeres novelistas que surgieron a pesar de la aridez artística que se dio en Venezuela durante la dictadura del “Perezjimenizmo” – régimen que sucediera al derrocamiento del Presidente Rómulo Gallegos, el novelista más conocido de ese país por su clásico latinoamericano «Doña Bárbara».

En «La memoria demistificadora», un libro de Isidoro Requena sobre la novela venezolana de ese período, se describe a Russo como parte de “una generación de escritoras jóvenes” que pertenecen a “la clase alta o la clase media alta” y “carecen de memoria histórica y de compromiso político” por su orientación estrictamente intimista.

Russo, ya en sus ochentas, se mostró suelta para el hablar, directa e inamovible en sus opiniones y apasionada aún por los detalles de una vida intensa en que ella es protagonista y narradora a la vez. Sigue escribiendo la que podría ser su obra más trabajada y, como evidencia de la difícil transición del periodismo a la literatura, busca todavía su sitio en las letras. Lo que quiere, nos comentaba, es: “desligarme del periodismo y dedicarme a la novelística y a la poesía”.

Como los escritores de su edad, y de su lugar en el mundo, dice que admira “la enjundia narrativa de Rómulo Gallegos” aunque ella se dedique a otros temas.

22 de agosto de 2010

Una lista de lectura

Hace poco empecé una lista de obras de ficción que estaba leyendo porque, como el típico lector de varios libros a la vez, a veces pierdo la noción de cuántos llevo iniciados.

Este deseo de establecer orden me llevó a descubrir una nueva obsesión, similar a la de los hobbies que muchas personas ponen en sus pérfiles biográficos como puntos definitorios de sus personalidades. Seguí hasta incorporar títulos leídos el año pasado, y el antepasado, y así en lo sucesivo – hasta terminar con una suerte de catálogo de mi lectura de ficción.

La primera observación que resultó de este extraño ejercicio fue que en promedio leo unas doce novelas por año, o sea una por mes, aunque mi lectura suele ser simultánea entre una novela en español y otra en inglés, que voy alternando con algunos otros libros de prosa periodística o académica, alguna colección de cuentos y uno que otro libro de poesía. Esto sin contar los periódicos y revistas ni los blogs que me son de interés.

También noté que muchos libros que tengo que leer, ya sea porque quiero leerlos o porque son imprescindibles en la formación de cualquier lector-escritor, no los he tocado. Esto último llevó a una expansión del proyecto. He agregado más de una docena de títulos a la lista de pendientes, que sigue creciendo. He anotado los que tengo empezados, los que abandoné y hasta los países de orígenes de los autores en una hoja de trabajo como las que usaría un contable para tabular los ingresos y egresos de alguna empresa. A la lista también añado nuevas voces: autores que interpretan este tiempo y espacio y que otros me recomiendan.

Ya ven lo que quise decir por obsesivo.

La lista me reveló nuevas lagunas, como por ejemplo que no había leído alguna novela de autor nacido en el continente africano, a pesar de que hace tiempo traigo a J.M. Coetzee en la mira. Esto no importará nada para quien no comparte el hábito, pero sí para los que descubrimos en la literatura una historia no-oficial, personal y hasta espiritual de la humanidad. Adentrarse en una buena obra por un autor de algún lugar remoto y de una cultura ajena es un tipo de viaje del que uno regresa con una visión más completa de la naturaleza humana.

Por eso he seguido esta tarea, y mi lista sigue creciendo, como esas enumeraciones de asuntos por hacer que uno nunca termina de satisfacer.

25 de julio de 2010

El poder de “In the Heights”


Cuando vi la conmoción en los medios estadounidenses sobre “In The Heights”, un musical que se escenifica en el Washington Heights que es el barrio-corazón de la comunidad dominicana y de otros grupos hispanos en el alto Manhattan, sospeché que éste sufriría del síndrome de las obras muy alabadas por un público que desconoce el tema tratado.

Temí que el musical con música y canciones de Lin-Manuel Miranda, basadas en una pieza teatral de Quiara Alegría Hudes, iba a presentar una versión de la latinidad que no estaría a tono con lo que se vive en los barrios neoyorquinos. Pensé que, además, la obra me aburriría porque nunca he sido fanático de estas producciones teatrales donde la música desciende del cielo.

Tal vez por ello esperé tanto para ver el musical que mereció el prestigioso premio Tony en 2008.

Durante una reciente visita a Nueva York, asistí por fin a verlo en el famoso distrito teatral de Broadway y me di cuenta de que, como suele suceder, estas suposiciones mías estaban equivocadas.

3 de julio de 2010

Nosotros también soñamos

Fondo de escritorio amamos español 00. Tamaño: 1920x1200

Imagen de http://www.flickr.com/photos/amamosespanol/


Hace más de una semana que se anunció el resultado de la convocatoria del Primer Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, pero todavía no sé exactamente cómo reaccionar. Lo que sí puedo decir es que siento mucho agradecimiento por la oportunidad que esto significa para mí y por la importancia de estas iniciativas para otros que, como yo, afanan en el anonimato por plasmar una visión de la realidad.

No hay dudas de que en el mundo hispano, y en el destierro lingüístico de Estados Unidos en particular, faltan espacios para que los nuevos escritores lleguen a un público.

No sé a quién culpar por ello, pero sospecho que todos tenemos parte en este asunto, por aquello de la oferta y la demanda. Se hace fácil recurrir a pasatiempos menos exigentes que la literatura y por ende creamos la percepción, que retroalimenta la realidad, de que ya no leemos.

Pero esa idea me parece incorrecta y están los fenómenos de grandes ventas en libros para comprobarlo. No se debería limitar a fenómenos de ventas que haya mayor propagación de este mundo de ideas y posibilidades que es la literatura – y del cual se nutren los mismos medios audiovisuales que acaparan la atención.

Y es por ello que los certámenes que aprueban y promueven una obra cobran especial importancia. En el mundo de los libros en español parecen la vía más factible para iniciarse y exponerse al juicio de un público.


Este certamen me llamó la atención porque se orientaba específicamente a escritores hispanos que residen en Estados Unidos y porque lo organiza una institución seria, cuyos intereses no están sujetos a la remuneración comercial. No que haya nada equivocado con la compra y venta de libros, pero cuando uno es desconocido es casi imposible irrumpir en ese mundo en el que tu nombre es tu marca.

Independientemente de que mi novela «La vida pasajera» ganara o no, me pareció una excelente iniciativa por parte de la Academia, que ya anuncia que continuará el certamen con otros géneros literarios. (Los detalles se anunciarán  en octubre del año en curso, cuando se me otorgará el premio en Nueva York y saldrá a circulación la novela).

Gracias a la Academia – y a la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, de Burgos, España, que acordó publicar el libro ganador – me ha llegado el turno. Quedará de los lectores a los que llegue la novela decidir si esta dice algo que justifique su existencia. Yo me siento honrado por la oportunidad y espero que siga considerándose que existe un conglomerado hispano en Estados Unidos que asciende a más de 46 millones, y que es en gran parte bilingüe. Necesitamos contar nuestras historias en ambos idiomas y necesitamos oportunidades para que el público las lea. Ya está bien de leer solamente bestsellers y literatura en traducción: aquí también se piensa, se quiere, se escribe, se lee, se ama, se sufre y se sueña en español.

Algunos enlaces a los artículos que se han publicado sobre el premio:

24 de junio de 2010

Academia Norteamericana de la Lengua Española declara mi novela «La vida pasajera» ganadora de su Primer Certamen Literario en Estados Unidos

Este es el comunicado de prensa que emitió hoy la ANLE:


VICTOR MANUEL RAMOS GANA EL PRIMER CERTAMEN LITERARIO
DE LA ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA ESPAÑOLA


NUEVA YORK (23/6/2010)


Víctor Manuel Ramos, escritor y periodista dominicano residente en Orlando (Florida), fue proclamado ganador del Primer Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).

El jurado, compuesto por Rolando Hinojosa Smith, Víctor Fuentes y Mariela Gutiérrez, falló, por unanimidad, en favor de la novela La vida pasajera, que había presentado el autor con el seudónimo “Alvar de Marién”.

El director de la ANLE, Gerardo Piña-Rosales, anunció el fallo del Certamen ― cuyo tema era “La experiencia inmigratoria en Estados Unidos” ― y recordó que la Academia había instituido el premio conjuntamente con la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua de Burgos, España, “para reconocer el talento de los escritores que escriben en español en Estados Unidos”.


El coordinador del certamen, Jorge Ignacio Covarrubias, secretario de la ANLE, anunció que el premio se otorgará en un acto público en el mes de octubre, en cuya ocasión se anunciarán las bases del segundo certamen literario de la Academia.

“Tanto el aspecto formal como la caracterización de personajes de La vida pasajera convencen al lector. La novela merece más de una lectura”, declaró Hinojosa-Smith, uno de los mejores novelistas chicanos, recientemente presentado por la ANLE para el Premio Cervantes.

A juicio de Mariela Gutiérrez, la obra de Ramos “es una excelente novela, con una sólida estructura y un estilo lleno de madurez literaria”. “Entre las varias virtudes que me llevaron a escogerla como ganadora se encuentran su hermosa narrativa poética y la virtud de hacer que el lector se inmiscuya en la trama desde el principio”, comentó la directora y profesora del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Waterloo, Ontario, Canadá. “La vida pasajera ― afirmó ― es una joyita literaria que merece ser premiada y ante todo leída”.

Por su parte, Víctor Fuentes consideró digno de admirar en la novela “el lenguaje del autor que tan bien sabe combinar la objetividad en la descripción de lugares y costumbres, tanto en el lugar de origen como en el de la inmigración, con la subjetividad creadora que potencia poéticamente sus descripciones”. Para Fuentes, profesor emérito de la Universidad de California en Santa Bárbara, crítico literario y novelista, el autor de La vida pasajera “penetra con sutileza y agudeza en los motivos psicológicos de los personajes, captando ese ritmo propio e irregular de la vida que novela y que con tanto sentido de verdad se palpa en esta ficción novelesca”.

Víctor Manuel Ramos manifestó su satisfacción de haber triunfado en el certamen: “Es para mí ―declaró―una gran alegría y un honor recibir este reconocimiento de una organización a la cual respeto y cuya misión considero de inmensa importancia para el patrimonio cultural, no solamente de los hispanos en Norteamérica sino también de los países anglohablantes que nos acogen. Por otra parte, saber que mi novela va a ser publicada por la prestigiosa Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, de Burgos, me llena de orgullo”.

Víctor Manuel Ramos, que escribe para el Orlando Sentinel, ex redactor de El Daily News, El Diario/La Prensa y Newsday, y cuyos artículos han sido premiados por la National Association of Hispanic Publications, el Florida Press Club y la Florida Society of Newspaper Editors, se refirió a su novela diciendo que La vida pasajera “es una carta sentimental a mis orígenes, a mi madre, a mis abuelos, a mis tíos y tías, a mis primos y, en fin, a todos los que hemos vivido el trauma de la emigración y la experiencia de la inmigración. La experiencia migratoria es la última prueba en esa lucha existencial, donde unos sucumbirán, otros alcanzarán alguna medida de éxito y todos sabrán que fuerzas mayores que ellos tienen la última palabra. La vida pasajera es una saga familiar en la que caben historias inconclusas y cuyos verdaderos protagonistas son fuerzas que superan a los personajes, pero contra las cuales ellos no dejan de batallar con verdadero heroísmo”.


Comisión de Información
ANLE
www.anle.us

7 de marzo de 2010

Romántico: un hombre y su guitarra cruzan fronteras

El tipo de documental que vale la pena ver es aquel que te informa a la vez que te hace sentir. Esto sucede con “Romántico”, un film del director Mark Becker que, sin tener que proclamarlo, va desde lo personal a lo social.

Trata de la vida de un hombre -- inmigrante indocumentado en Estados Unidos a quien la cámara sigue de regreso a su pueblo en Guanajuato, México.

Cuando conocemos a Carmelo lo vemos ir de restaurante a restaurante, guitarra en mano, junto a su compañero de dúo – cantando esas canciones románticas y efusivas del repertorio latinoamericano. Carmelo regresa a México cuando la salud de su madre empeora y se queda allí, haciendo todas las peripecias necesarias para sobrevivir en un país tercermundista.

Lo maravilloso de este documental, que se estrenó en 2005, es que nos envuelve en la vida de Carmelo, su familia y su pueblo y logra humanizar a lo que este hombre representa. Esto lo hace sin empujar alguna agenda política, aunque a la vez crea un nuevo entendimiento sobre estas personas al centro de una polémica internacional sobre las prácticas migratorias.

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