12 de mayo de 2008

Flores amarillas



En memoria
de Hecsa Costa.



Recuerdo sus ojos claros, pero no sé si azules, verdes o amarillos. Me decía que escribiera cuando yo no sabía que escribiría. Acepté que si algún día lo hacía la buscaría para compartir lo escrito.

Era mi primer profesora universitaria en aquella clase de humanidades. Es posible que yo, también, haya sido su primer estudiante, aunque éramos más de una docena. Nos contaba de la clarividencia del escritor: aquella facultad de hilvanar historias con algún germen de verdad.

Llegué por los pasillos que antes recorrí, pero no estaba. Había dejado las aulas. Recordé el final de clase en su apartamento. Allí estábamos todos, aquel grupo de inmigrantes disparejos que acababan de completar su primer semestre. El examen consistía en una discusión sobre los personajes de «Cien años de soledad» -- texto de la clase junto a «La vida es sueño» y «La metamorfosis».

A varios nos asignó personajes. Me tocó José Arcadio Buendía --ese loco idealista del Macondo primeval-- y estuve hasta la víspera marcando párrafos en amarillo y rosado.

Abro el libro en cualquier página y ahí están las marcas todavía, como este párrafo, sin duda de los que me parecieron más importantes:

“Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas...”.


Yo estaba nervioso. Se me dificultaba describir a José Arcadio Buendía tanto como si se tratara de mí mismo. Discutimos el libro: hablamos de Úrsula, del Coronel Aureliano, de Pilar Ternera, pero nunca me pidió que expusiera mi parte. Solamente años después, cuando no la encontraba en ningún sitio, comprendí que esa asignación no era para la clase. Era solamente para mi.

Obtuve algunos datos: calles, números de edificios y de apartamentos, teléfonos. Llamé y estaban desconectados, o eran incorrectos. Salí una tarde de sábado, con mi borrador de novela bajo el brazo, y la busqué. Anduve horas por los barrios del Bronx, siguiéndole el rastro. En la mayoría de los apartamentos no respondieron. En una de sus viejas direcciones había un taller de mecánica. Ninguna de esas direcciones era actual.

Hace años de eso.

Esta semana la encontré en el archivo de clasificados de un periódico:

HECSA COSTA SANTIAGO, natural de Humacao y residente en Bayamón, falleció el 9 de noviembre de 2007, en Bayamón. Sepelio pendiente, en el cementerio Los Ángeles Memorial, en Guaynabo.

No queda nada que hacer. Vuelvo al resto de aquel párrafo que marqué para su clase, y esta vez lo leo para ella:

“...Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro”.

7 comentarios:

Argénida Romero dijo...

Es una de las figuras que más me gusta de esa novela. Será porque me gustan muchos los girasoles...pensar en una lluvia de flores amarillas...

Tierno recuerdo. Hermoso homenaje a alguien que te dio más allá de una simple enseñanza, un boleto para el rico y perenne viaje de las letras.

Un abrazo.

Mary Paulino dijo...

Tu escrito me ha traido recuerdos memorables de Maestros que tuve en el pasado, también me alentaron a escribir y hoy diera lo que fuera por poder mostrarle algun que otro parrafo que he hecho. Son personajes que marcan nuestras vidas o nuestros recuerdos por su sensibilidad sobre las letras o algun rasgo que notaron en nosotros para desarrollar ese arte,,, lastima que no hice caso a tiempo.
Lindisimo post, te felicito, como otras veces lo he hecho. Disfruto este Blog, mis saludos.

Silvia Porras dijo...

Hay personas que de una u otra forma tocaron nuestras vidas al grado que nos nacieron alas... y pudimos volar.

Siempre llega el dia que les decimos gracias.

Joselu dijo...

Hoy mismo he corregido un examen sobre Cien años de soledad. Eran cuatro: dos han escogido para comentar al coronel Aureliano Buendía, otro a Remedios la Bella y el mejor, a Aureliano Babilonia, el que da fin a la estirpe de la soledad. Tu post es emotivo. Recuerda con intenso afecto a quien fue tu primera profesora y te orientó, sin saberlo ella, en tus caminos literarios. ¡Qué hermosa discusión la planteada sobre los personajes de Cien años de soledad! A ti te tocó el patriarca, José Arcadio Buendía, aquel que permanecía amarrado bajo el castaño hablando con Prudencio Aguilar. ¡Qué hermosas conversaciones pudieron mantener más allá de la muerte! Hay personas que nos marcan y nunca se dan cuenta de su influjo y tal vez mueren e ignoran lo que dejaron en nosotros. Por ellos.

Víctor Manuel dijo...

Amigos, unos comentarios tardíos:

Argénida, me gusta tu nombre. Y sí: todos necesitamos personas que se crucen en nuestro camino y nos pongan un espejo ante el rostro.

Mary, gracias por venir por aquí. Es curioso: a veces alguien nos dice algo que en el momento no parece significar nada, pero que se queda como una semillita que madura a su tiempo. Si no madura antes es porque las condiciones no lo permitían. Madura cuando tiene que madurar.

Silvia, a veces no podemos dar las gracias. Es lo que me pasó. Pero creo que la mejor manera agradecer es incorporar la enseñanza a la propia vida, y compartirla con otros.

Joselu, creo que parte de la razón por la que me asignaron al patriarca loco es porque yo estaba en condiciones de ser amarrado a un gran castaño también... Pero en serio: me sorprende como se dan estas conexiones en nuestras lecturas, sin que haya necesidad de la intención. Este escrito lo puse aquí para los maestros, los buenos como tú y como otros que he tenido la dicha de conocer, que muchas veces no saben lo que regalan a sus estudiantes.

Yanina Martínez dijo...

Que linda tu novela me dejo anonadada y con un escalofrio porque es tan real, que me encanto. Que Dios te bendiga para que sigas escribiendo muchas novelas mas. saludos

Víctor Manuel Ramos dijo...

Yanina, gracias. No sé cómo la habrás obtenido porque no sale publicada hasta dentro de unas semanas, pero te agradezco mucho esas palabras y me alegra que el texto te haya comunicado algo.

Publicar un comentario

Gracias por su comentario. El moderador se reserva el derecho de borrar comentarios que sean promocionales o constituyan ataques o abuso de esta plataforma.

Más leídas hoy

Más leídas del año

Girando en la blogósfera