3 de febrero de 2008

De los escritores dominicanos fuera de República Dominicana.

La escritura es un trabajo solitario, ya se sabe, aunque nada de lo que redacta el escritor se deriva de un proceso aislado. La vida, esa sucesión de causas y efectos en la que podemos ser efecto y causa, está presente en cada verbo, adjetivo y sustantivo, aunque se manifieste como una versión destilada por la imaginación. Es por eso que tanto los escritores que comparten una época como los que comparten condiciones de vida concuerdan en inquietudes y temas y llegan a conformar movimientos.

Es difícil, sin embargo, captar esa unicidad desde la intimidad del escritor y su página en blanco.

Le queda a los expertos identificar trazos comunes.

Una manera de hacerlo es en el estudio de la condición geográfica y cultural que llamamos nacionalidad. Las literaturas nacionales comparten sus temas, sus voces y sus tendencias, tomando como base la experiencia común que se da entre los cercos de una frontera. ¿Pero qué pasa cuando la nacionalidad no es algo tan definido, cuando es un punto de referencia que se esparce y se redefine como otra cosa que no es la afiliación obligada a un punto geográfico? ¿Qué sucede cuando la nacionalidad es el destierro? ¿Queda un hilo conectivo entre las voces?

Parece que sí, sobre todo si consideramos que mucha de la literatura “latinoamericana” se escribe fuera de América Latina. ¿Qué tan “latinoamericana” realmente es?

Rubén Sánchez Féliz, un joven narrador radicado en Nueva York, se propuso esta cuestión en lo que se refiere a lo dominicano: este destierro que no es del todo exilio político, que se tiende a llamar diáspora, pero que conlleva una pérdida de la patria material y la adopción por necesidad de identidades más complejas (o nebulosas). En estos casos, el destierro suele convertirse en la nueva identidad: un extranjerismo permanente.

Sánchez Féliz acaba de sacar a la luz su antología de narradores dominicanos: «Viajeros del rocío: 25 narradores dominicanos de la diáspora» y me atrevo a anticiparla aquí, aunque no la haya leído todavía, porque el autor tuvo a bien incluir en ella uno de mis cuentos: el más humilde y tal vez el más espontáneo de todos, sin que esto sea declaración de alguna falsa modestia.

Allí también hay escritos de Julia Álvarez, Junot Díaz, Franklin Gutierrez y René Rodríguez Soriano, entre otros narradores cuya trayectoria en unos casos y fama literaria en otros alcanza otros cielos por los que no he alcanzado a volar. Se habla de que esta antología reúne “los 25 escritores más representativos de la narrativa quisqueyana --o dominicana-- en la diáspora”.

Estos cuentistas responden a una necesidad interior y forjan, a través de sus textos, una relación con el país dejado atrás. Desde tierras extrañas, cada uno con su estilo, edifican sus "casas" mediante el ejercicio de la escritura. Aquí, la palabra escrita pasa a ser el hogar imaginario y, paradójicamente, real del escritor, se lee en la contraportada.


Resulta interesante vislumbrar que aquella vez que me senté a escribir, sin saber del todo qué me proponía, ello formara parte de alguna invisible relación que todavía no alcanzamos a comprender.

2 comentarios:

Martica dijo...

Vctor, tu trabajo debe conocerse más y merece estar con el de esos escritores, pero lamentablemente hay excelentes escritores como tú a quien nadie conoce porque en nuestro país no se lee y cuando se lee es porque el autor tiene enganche en el gobierno y tira de los hilos del poder. Espero que sigas y no te desanimes aunque tome mucho tiempo en llegarte el reconocimiento. No me conoces pero siempre te leo, porque encontré tu trabajo hace unos años después de leer una entrevista con Rosa Silverio en la que te mencionó como un escritor con mérito. Yo pensé que nunca te había oído mencionar y salí a buscar. Me encantó tu novela y los cuentos que he podido encontrar, pero tienes que publicar más y poner los libros aquí en Santo Domingo.

Víctor Manuel Ramos dijo...

Gracias Martica.

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