19 de noviembre de 2005

Los laberintos de Alberto Pancorbo, y el salto más allá del simple realismo

Alberto Pancorbo describe su estilo de pintura como “un realismo romántico y fantástico”, aunque yo diría que la imagen de una mujer que a la vez es puerta cerrada y hendidura de madera no es ni real ni romántica ni fantástica. Es, más bien, simbólica.

Cierto, los cuerpos que Pancorbo pinta parecen hechos de carnes, tendones, tejidos y huesos, pero ese fisicalismo no es más que un punto de partida para representar lo irrepresentable -- aquello que no se mira, pero ciertamente se ve.

Y como cualquier simbolismo, el lenguaje pictórico de Pancorbo es arbitrario. Contiene su propia gramática de formas y colores. Hay varios patrones en sus cuadros: la desnudez que hace a sus sujetos vulnerables; los laberintos que expresan la enajenación; los horizontes trastocados que aluden a un mundo inventado; las aves que delatan alguna suerte de espíritu; y las puertas que a veces aparecen cerradas, pero que como puertas al fin son susceptibles de abrirse.

Este ambiente enrarecido no es realidad, sino visión de un mundo en que el ser humano todavía no encuentra su lugar.

Él mismo lo dice en una breve semblanza que aparece en su sitio: “Un visitante al laberinto de la imaginación de Alberto Pancorbo es confrontado a cada vuelta con símbolos tanto antiguos como modernos. Aluden a la existencia humana, a la lucha, y frecuentemente, a la insensitividad humana hacia el mundo”.

Esa visión, o su contraste, es probablemente lo que me atrajo a sus pinturas y me llevó hasta el punto de involucrarme en una conversación con Pancorbo, un artista de nacionalidad española que reside en Miami. Y veo, en más de una manera, la relación entre la pintura y la literatura, entre el pincel y la pluma, entre la representación pictorial y el relato. También me llama esa literatura que tiene sus raíces en la realidad, pero que da el salto más allá del realismo para expresar certezas que necesitan el cuerpo del símbolo. Se trata, en realidad, de forjar una especie de mitología que comunique al ser humano de hoy su lugar en relación a los demás y al mundo en que vivimos.

Por eso me alegra sobremanera que Pancorbo, tal vez en un gesto de fe por ese mismo ser humano que pinta, me cediera el derecho a usar una de sus pinturas para presentar el libro de cuentos que en estos días se edita para pronta publicación. A pesar de la diferencia de medios, estamos unidos en esta conspiración de señalarnos quizás a sí mismos, por lo menos para comenzar, y recordarnos que respiramos, que tenemos un cuerpo y que la vida es un misterio por descubrir.


Para ver los laberintos de Pancorbo, entre a su sitio en http://www.albertopancorbo.com

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