24 de octubre de 2005

La época del push-button publishing.

Muchos de los grandes movimientos sociales (no me gusta la palabra revolución en este contexto) que surgieron de avances tecnológicos empezaron en silencio, entre algunos locos que vieron el potencial de algún sendero (tampoco me gusta esta palabra por el mal sentido que le dieron algunos locos marxistas) aún sin trillar. Porque es solamente en los senderos sin trillar que hay potencial.

Sucedió eso con la mecanización de tareas rutinarias, con la invención de aparatos para escribir (este es el inventito que quiero destacar como antecesor de los nuevos), con la transportación motorizada, con las telecomunicaciones y, recientemente, con el internet. Hace apenas diez años desde que irrumpió el internet, causó cierto furor, perdió un poco su brillo de novedad, y pasó a ser un medio más de los que ya existen para que nos comuniquemos, o nos incomuniquemos. Y a tan sólo una década, este medio (del que ya se apoderaron varias corporaciones para fines promocionales) se va transformando en otra cosa, con el advenimiento de mejorías simples en programación que permiten el uso a cualquier persona de alfabetización básica.

Me refiero a la evolución informática que se conoce como “push-button publishing” -- es decir, la publicación por botón. Es decir, que usted o yo escribimos, fotografiamos, grabamos, y que con tan solamente seguir algunos pasos básicos, cliquear (permítanme este poco de espanglish, please) aquí y allá, hoy en día se puede publicar un comentario, un artículo, un ensayo, una reseña, un libro, una foto, un álbum, un programa de radio, una película digital, en esta red global y multilingüe. Existe la sindicación, la impresión y venta a demanda, la distribución masiva por listas y la publicidad jerárquica por catálogos de contenido. Es decir, existe el medio para plasmar y el medio para distribuir pensamientos, ideas, reflexiones, arte, palabras, imágenes, sonidos, y la combinación de todos estos. Todo lo que antes costaba horas, semanas, días, meses y hasta años de preparación, dedicación, conexiones, apadrinaje y espera ahora se logra con rapidez y autonomía. Cualquiera publica.

Esto es bueno y es malo. Es malo porque cualquier cosa se publica, y hay mucho desquiciado por ahí y mucha basura amplificada. Es bueno, sin embargo, porque un escritor, un artista, un experto en cualquier área no solamente saca con relativa facilidad sus trabajos al público (gratuitamente o a módico costo), sino que además ese autor y los que se interesen en su trabajo pueden comunicarse directamente, y aquellos que se interesan en los trabajos en torno a algún tema o visión de la vida pueden juntarse y dialogar, o discutir para lo que venga el caso, sobre sus asuntos en común.

En estas tecnologías vale resaltar cuatro: los blogs o bitácoras como estas, que permiten la publicación de escritos y multimedios (es decir, en combinación con audio, videos e informática); los nuevos álbunes fotográficos, que son como el equivalente de las bitácoras para el medio visual; los podcasts, que permiten la transmisión de programas de radio antes contenidos a las ondas radiales; y los programas de intercambio informático donde la gente comparte, obtiene y hasta sustrae todo lo que se pueda digitalizar, todo lo que se pueda codificar en los simples unos y ceros que son el ADN de las computadoras -- u ordenadores, si es usted español o española y prefiere el término. Yo prefiero computar a ordenar.

Pero me pierdo en disgresiones. El asunto es que esta combinación de oportunidades no es nada menos que el nuevo movimiento tecnológico y existe una ventana pequeña para sacarle provecho antes de que corporaciones nuevas y viejas se apoderen también de estos medios y empiecen a regular su flujo.

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